Por: Carlos Alberto Agudelo Arcila
Como recurso estúpido, si no hay solución política, económica, social, de parte de los gobernantes del mundo, toca recurrir al seno de la virgen María, para que alimente a los hijos de la hambruna.
De pronto incurra en el cinismo de buscar a Dios, un lunes antes de morir.
El pétalo de una rosa se toca con la mujer de todos los tiempos.
Convertirnos en científicos de Dios, trepanarle su infinitud.
El follaje comulga con el viento, se dispersa olor a eucalipto en la extensión. Desde el oriente del pedrusco el amanecer emprende su peregrinaje hacia el pueblo solitario. La música de Brahms flota en la gota que sube, baja, empapa la desnudez. Me extasía la carnalidad del verde. Oscuridad y murciélagos, alas al unísono. En la estadía inédita se devela el sigilo. Un fuego de estrellas penetra los ojos salvajes de la noche. Polvo a la deriva, la infinitud da contra el vaso de leche. Insecto y paquidermo hacen su recorrido por las travesías del tiempo escabroso, con el designio de pertenecer a la poética del asombro, supremo existir. Matemática pura, símbolos en plenitudes elevadas a la potencia del encuentro con la miel a imagen y semejanza del deseo. El helecho alborea en la fonda donde el enjambre se embriaga de universo. Un zumbido gestiona la evasión del recluso. Así el pedernal del instante.
Tengo fe, el hombre alcanza a vivir la cuarta guerra mundial.
Ante el actual feminismo machista, es hora de pensar en la liberación masculina.
Aforismos que sangran, aforismos que terminan en una fiesta de niños.
Fuimos “hechos a imagen y semejanza de Dios”. Inadmisible mito judeo-cristiano el cual contamina filosofías, análisis científicos, lógicas políticas, actitudes higiénicas, hasta caer en totalitarismos éticos, sexuales, amorosos, viciosos, salubres, mediáticos, antropoides, cosmológicos, ecológicos, al ser el gran usurpador de la raza humana…
Místico del humor negro recrimina al pesimismo su indolente sentir, de manera seria.
El tango sin la melancolía es igual a Drácula sin colmillos, un desastre literario.
Los tiranos se vacunan contra la democracia.
Se vistió de Sherlock Holmes y quedó con ese aire de intelectual ansioso de descubrir, en la página en blanco, el asesino de sí mismo.
De los filósofos cínicos me gusta esa manera ingenua de querer liberarse del mundo.
Ser benévolo con nuestras propias contradicciones, algunas de ellas puede ser lógicas.
Vaticinios revisan el pasado de la mano de la incredulidad.
El humano es maravilloso, cuando no hay animales ni vegetación alrededor.
Un verdadero maestro enseña a dudar.
¿En qué época no ha existido guerra? La respuesta se estudia en el mundo cruel, que reside en el tiempo de los tiempos.
En el abismo de la muerte la saudade del vivir.
El mañana es una moneda imposible de descubrirle cara alguna.
Recuerdo la mañana aquella cuando cruzaste la aurora para encender un cigarro, con llamas que arrasaron la biblioteca de Alejandría. Lugar donde te esperaba y arrojé gotas de lluvia sobre la melancolía de verte por única vez. Luego supe que fuiste a reprochar el pensamiento fiero de los déspotas, en las cenizas de la sabiduría.
Somos fetos por nacer en la muerte.
El egoísta es el primero en compartir sus propias necesidades.
En la idea inverosímil se revuelca el grito del hecho.
Es fácil observar cadáveres de la historia en la fosa común del salvajismo humano. Paraje sombrío que toda civilización auspicia, al usar el arma letal de la falta de conciencia.
“Las personas no creen que algún día vayan a morir”, último relato al moribundo.
Detrás del silencio hay mudos, silenciosos por naturaleza…