Por Sandra Castañeda Martínez
Como quindiana quisiera invitar a La Crónica, a una reflexión más profunda, más seria, más ética sobre la decadente situación que estamos viviendo como sociedad, la que se evidencia en sus altísimas cifras de desempleo –Armenia es la tercera ciudad con mayor desempleo de Colombia-, y en las deplorables cifras de los indicadores de desarrollo humano que nos ubica en los primeros lugares de los peores problemas que aquejan a la humanidad como son el consumo de sustancias sicoactivas, desnutrición infantil, suicidio de jóvenes, violencia contra las mujeres, abuso sexual a niños y niñas, feminicidios y homicidios de mujeres. Y lo peor… la esperanza de solución es lejana porque una parte importante de nuestra clase política sigue reproduciendo la lógica del bandidaje, la del “vivo” que se siente más inteligente porque roba y esquilma a su gente, deja sin futuro a sus jóvenes, le quita el pan de la boca a los niños, cohonesta con la violación y el abuso de las mujeres. En estas circunstancias seguimos sosteniendo majaderamente que el narcotráfico es un arte y nos atrevemos a compararlo con una disciplina filosófica como la Alquimia a un narcotraficante como Carlos Lehder con un alquimista, es no solo querer torcerle el cuello a la realidad, es una afrenta a esa bella figura literaria con la que nos hiciera soñar García Márquez y que hoy es parte de nuestro patrimonio literario.
El Narcotráfico es una conducta criminal que nos dejó como saldo miles de muertos, jóvenes pagando largas sentencias en países extranjeros, con sus vidas destruidas, familias desintegradas, sin contar el imborrable estigma de traficantes que tenemos que llevar millones de colombianos y colombianas que si nos levantamos cada día a honrar nuestra estirpe trabajadora y honesta.
Asaltar la buena fe de los gobernantes de la época, introducir un caballo de Troya con sus entrañas repletas de cocaína y dinero sucio, “industrializar” el tráfico de drogas, reclutar a miles de nuestros jóvenes y abusar de la necesidad y la pobreza de nuestros coterráneos no es precisamente una forma de búsqueda de la “piedra filosofal”. Eso, aquí y en cualquier parte se llama delincuencia. Por más que busco no encuentro la relación o la similitud de dos actividades opuestas por naturaleza.
Como medio de comunicación La Crónica precisaría tener clarísimo el deber ético y la responsabilidad social que les corresponde como influenciador y formador de opinión. Este -por muchas razones- es un momento crucial para ayudarle a esta sociedad a generar el cambio que requerimos.
¿Será que alguien les dice?