Fortaleza de la insurgencia

23 septiembre 2017 5:07 am

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“Si el enemigo avanza, retirarse;

Si se atrinchera, hostilizarlo;

Si se retira, perseguirlo;

Si ésta exhausto, liquidarlo”.

Mao Tse Tung.

Los guerrilleros siempre escogen sitios dominantes para observar los movimientos de sus presas. Permanecen muchas veces, días y días tirados sobre robustas ramas de árboles frondosos. Allí miran y espían. En otras ocaciones se escoden en los matorrales de picachos escarpadísimos. Allí nadie los encontrará. Y si llegan a ser descubiertos, es porque ellos han visto primero al enemigo.

Tampoco permanecen dos días en un mismo sitio. Jamás radican en forma definitiva sus fuerzas en una misma población así sea la más amiga y segura. Su organización goza de completa flexibilidad y elasticidad. La forma tremenda e inusitada de producir los ataques ocasiona siempre alarma general y pánico inmenso. Gabriel Rebeis Pizarro, Mayor General del Ejército Colombiano anota que los guerrilleros siempre están a la ofensiva, emplean tácticas y procedimientos encaminados a buscar la sorpresa para matar mediante ataques fulminantes a “mansalva y sobre seguro” y aprovechando siempre los terrenos difíciles para beneficiarse de la movilidad.

El guerrillero ataca y huye. Cae de nuevo y se pierde otra vez en la montaña o en las mismas haciendas. Siempre está en acecho. No libra combates frontales. Es insidioso y ladino. Toma posiciones cuya inaccesibilidad impide a las fuerzas regulares llegar hasta ellos. Prefiere las zonas boscosas y quebradas.

La movilidad es la esencia de la táctica de los antisociales. También el poder de mimetización. Más tardan en cometer un horrendo humanicidio, que en volver a coger el azadón para continuar sudando en la limpieza de la hacienda en que trabaja como inocente campesino. Su velocidad es increíble. En poco tiempo se sitúa a kilómetros del escenario de la feroz carnicería.

Si en un encuentro de diez guerrilleros con cien militares mataran a uno de cada grupo, las bajas equivaldrían al uno por ciento del ejército y al diez por ciento de los guerrilleros. Esto con el agravante de que el antisocial es un tipo de alta especialización guerrillera. Conscientes de esta circunstancia, los guerrilleros jamás se comprometen en encuentros que solo los llevaría a la liquidación total.

Los guerrilleros convierten en favorables las circunstancias más hostiles. Es otra estrategia de ellos. La necesidad, el peligro y las condiciones azarosas en que viven los hace maliciosos, imaginativos y cautelosos.

Frente a la rígidez de los métodos clásicos del ejército, el guerrillero inventa su propia táctica en cada momento de lucha y sorprende constantemente al enemigo. Su ataque se distingue por lo súbito, inesperado, furioso e implacable. Cae como una tromba y todo lo destruye. Veloz y aniquilante como el rayo. No tiene compasión con los heridos, los indefensos y los vencidos. Su crueldad llega habitualmente hasta el sadismo. Se ensaña en las víctimas con furia casi patológica. De ahí el que algunos califiquen varias masacres y crímenes individuales como de psicópatas.

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