La Atenas de América Latina

25 octubre 2017 10:08 pm

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Algunos siglos atrás, poetas bogotanos le dieron origen al apodo de su ciudad, a la que denominaron la “Atenas de América Latina”. Lo cierto es que en esa época, se trazaba un paralelismo entre la capital colombiana y la gran acrópolis griega, debido al esplendor cultural de la ciudad latinoamericana. Sin embargo, hoy en día, ese parentesco podría estar relacionado principalmente, por el atraso en materia de infraestructura de la ciudad suramericana.

Semanas atrás, se publicó el estudio “Crecimiento urbano y acceso a oportunidades: un desafío para América Latina”, llevado a cabo por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF). En el mismo, se especifican los desafíos a los que se enfrentan las ciudades de la región a la hora de elevar los niveles de productividad y bienestar. Entre ellos, el de disminuir la informalidad.

El informe advierte en especial, sobre las condiciones que presenta Bogotá. Lejos de ser esa distinguida ciudad que solía ser, el estudio ubica a la capital como la ciudad con mayores niveles de insatisfacción de la población con el transporte público. Según se advierte, el 38% de los bogotanos no está satisfecho con el transporte público.

Otro estudio reciente, se pone en sintonía con aquel publicado por la CAF y concluye que un bogotano pierde al día cuatro horas en trancones. Es decir que un ciudadano pierde alrededor de 250 minutos por día en los desplazamientos que realiza para ir al trabajo o a la universidad, a causa de los trancones. Esto se debe principalmente, al tráfico que se registra en la ciudad. Las horas perdidas por día, equivalen a 21 días al año. Esta situación ha llevado a varias empresas a reorganizar sus actividades. Por ejemplo, varias compañías comenzaron a priorizar el teletrabajo, para evitar reducir las horas productivas de trabajo de sus empleados. Sin embargo, los cambios no deberían venir por parte de las empresas, sino por parte del gobierno.

Estas condiciones demuestran que existe una gran falla en la infraestructura de la ciudad, por lo que debería ser de total prioridad, abordar esta problemática. Bogotá es una urbe donde residen más de 8 millones de personas. El tráfico es sin dudas, uno de los principales problemas a los que se enfrenten a diario los ciudadanos. Los trancones son parte del folclore de una ciudad con un ritmo acelerado. Si bien esto es algo que puede percibirse fácilmente al salir a la calle, todavía no se han desarrollado soluciones que permitan agilizar la situación y revertir el porcentaje de personas insatisfechas con su propia ciudad.

Debe reconocerse que si hay algo que sobran en Bogotá, son las promesas. Hace años, que se viene hablando de la construcción del metro. “Nuestro metro sí se va a hacer”, dijo con determinación el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa. Después de 70 años, el proyecto podría finalmente, estar por concretarse. A través de los años, el proyecto pasó por todas las formas y diseños posibles. La idea del metro subterráneo parece haber quedado atrás y ahora la idea de más peso es la de la creación de un metro elevado. 

Hace pocos días, el Gobierno le dio luz verde al sistema de metro en la capital colombiana. De este modo, ratificó la construcción de los 24 kilómetros de raíles elevados que se supone, conectarán el suroeste y noreste de la ciudad. Si bien el Consejo Nacional de Política Económica (Conpes), aprobó la financiación del 70% del tramo 1 del proyecto, aún se mantiene incierto cómo se desarrollará el proyecto, el cual se viene retrasando desde hace 75 años. Lo que sí está claro, es que el costo estimado es de 12,94 billones de pesos, entre los cuales estarían los $9,09 billones que la Nación aportará. El monto restante tendrá que ser aportado por el Distrito Capital.

Lo cierto es que los años de espera para la aprobación del proyecto de construcción del metro, son el reflejo de la falta de dinamismo con la que se tratan las necesidades de una ciudad congestionada. Bogotá necesita aire. Las bocinas de los trancones, el mal humor de los ciudadanos que se incrementa con el paso del día, son el grito desesperado de una ciudad que necesita un rediseño.

La solución podría estar, en convertir a Bogotá en una ciudad inteligente. Por supuesto, lo que se requiere es iniciativa y reacomodar las prioridades. Una ciudad con una infraestructura adecuada, permite mejorar la productividad como así también, incrementar la calidad de vida de sus habitantes. Elementos, que al combinarse, concluyen en un crecimiento económico. Bogotá tiene los condimentos necesarios para reinventarse, aunque necesita ayuda.

Estudios recientes destacan la labor de Bogotá en sus esfuerzos por posicionarse como una ciudad inteligente. Se destaca el compromiso de la ciudad con el desarrollo de medidas que le permitan mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y a la vez reducir el impacto ambiental. Pero para continuar en esta dirección, se debe dar un mayor uso a los datos, para así poder tomar las decisiones acertadas que resulten en la resolución de los problemas actuales. Lejos de convertirse una ciudad prehistórica, Bogotá puede convertirse en una ciudad del futuro. Sólo hace falta convicción.

 

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