Los agujeros negros no son un callejón sin salida sino el acceso a otros universos. Lo mismo nos pasó con el “hueco infame” que en el momento de su excavación era la entrada a otro universo. Al menos eso pensamos nosotros, ilusos soñadores, creyendo que era posible un proyecto que integraba unos edificios republicanos y unos galpones, otrora utilizados para el almacenamiento de café, que eran parte de la Estación de Armenia, en un Centro Cultural Metropolitano.
En cambio nos sacaron de ese universo para traernos a uno de tres franjas:
La primera es el entorno de una película de ciencia ficción, donde sus personajes, ajenos a lo que sucede a su alrededor, viven en el mundo de la droga. Los vemos en cámara lenta, casi que podemos escuchar sus gritos de dolor. Cuando salimos del estupor pisamos el acelerador. Este mundillo está lejos de nuestros hogares y nos asustamos, lo asociamos con delincuencia y enfermedad.
Llegamos a la segunda franja: El Museo de Arte de Armenia y del Quindío, Maqui, reconocido por el Ministerio de Cultura como un museo de categoría nacional. Puerto seguro gracias al tesón de unos pocos, mantiene el equilibrio por el que tuvimos que navegar, donde el tiempo se mueve lento. Las bodegas que brindan hogar a la belleza, al arte y a los artistas locales, nacionales e internacionales; espíritus de luz trabajando con los pobladores de los barrios vecinos y haciendo talleres de educación cultural. Es decir alimentando el alma. Allí compartimos unas horas con los amigos y logramos por un momento olvidarnos de la tercera franja.
El “hueco infame” donde han perecido nuestros sueños. Tierra de nadie, mentiras, corredor de Invías de trenes que no existen. Testigo silencioso de ese otro submundo perverso del que oímos hablar, pero que no tiene cara, ni nombre. Delincuentes de cuello blanco. Vendedores de ilusiones. Diferentes al de la primera franja, porque no nos sentimos amenazados, se parecen físicamente a nosotros.
Dicen los politiqueros de antes y los de turno que con el “hueco infame” se cometieron errores, que los terrenos son de la Nación: uno de Invías y el otro del ministerio de Cultura. Este pueblo, Armenia –Ciudad Milagro– en este mundo paralelo no pertenece a la Nación y es la niña boba de la patria mezquina. Esta última franja, el hueco de la estación, “hueco infame”, una obra detenida de la que muchos han oído hablar, pero que no conocen, tiene el destino en manos de gente que juega al ping pong, sin árbitro, ni juez que digan cuales son las reglas de juego.
Estos universos paralelos, como en la novela de Isaac Asimov, han colapsado en diferentes valores. Sólo confío que las partículas y la energía de la segunda franja logren la transformación tan necesaria para nuestra sociedad.
Armenia, Quindío
Áuria Plaza
01/08/18