Cartas del Aguacatal

13 agosto 2018 2:05 am

Compartir:

Por más que le des vuelta no se puede entender del todo. ¿Cómo es posible que en el tejido de la normalidad nos colisionemos, tan seguido, con ese agujero de la realidad alterna? Somos gente común, con problemas cotidianos, sin embargo, estemos en el mundo que estemos, la línea que divide la conjetura de los hechos es, en la mayoría de los casos imperceptible.

Como en la novela de IQ84 de Murakami vivimos en mundos alternativos, lo difícil aquí es separar cual es cual, al menos en la ficción tenían un universo de dos lunas. Un ejemplo de lo que estoy hablando fue lo que me ocurrió en la mañana del sábado 14 de julio, después del desayuno en mi paradisiaco mundo. Abro las páginas de la Crónica y me encuentro con una noticia maravillosa: «En convenio con la gobernación del Quindío, la alcaldía de Armenia, a través de la secretaría de Infraestructura, mejoró la vía principal de El Caimo y las vías terciarias que conectan las veredas con el corregimiento, las cuales llevaban muchos años sin ningún tipo de operación»

Ahí, sin ninguna transición, caí en el agujero negro. El de la burocracia y la politiquería de la región, en donde la imaginación y el embeleco van unidos por una urdimbre tejida por años y que nosotros confundimos como realidades posibles con la ilusión de que por fin se verán obras concretas.

En medio de los dos mundos me quedé pensando que la noche anterior había llegado a mi casa sorteando huecos, en un zigzag peligroso. ¿Será que en mi realidad alterna me quedé dormida muchos meses y durante ese tiempo ocurrió un milagro? Consulté el calendario para mirar qué día había sido el anterior: Viernes 13. Humm… me acordé de la película de los ochenta Friday the 13th y la secuela Viernes 13, considerada como una de las franquicias más exitosas, no sólo por las películas, sino también por las repetidas referencias a la serie en la cultura popular.

El terror de esas películas los estaba viviendo yo: el secretario de Infraestructura de Armenia decía muy clarito que: «En una alianza estratégica, en la que la alcaldía puso la maquinaria –motoniveladora, vibrocompactador, volquetas y combustible– y los trabajadores, y la gobernación aportó materiales como fresado, hemos hecho un trabajo que sin duda permitirá mejorar la movilidad y calidad de vida de los habitantes del sector» Tal vez sería que me caí en uno de esos baches enormes y nadie me rescató, los trabajadores no se fijaron y me cubrieron de emulsión.

Miro al derredor, la brisa suave agita las ramas de los árboles, los colibríes beben su agua azucarada con placer, las torcazas pelean con los canarios silvestres por las semillas de girasol que deja caer Chabela, la lora locuaz, mientras los perros ladran a los trabajadores del campo que pasan por el camino, el sol radiante acaricia mi piel y las nubes son plumas sutiles en el cielo azul. Estoy viva y en mi casa, solo que en mi mundo suceden las cosas distintas.

A la carretera El Caimo-La Primavera-Portugalito, la han reparcheado un par de veces con plata recolectada entre los habitantes de la zona. Ante el mal estado y en vista de que no había fondos suficientes para hacer el trabajo, le propusieron a la gobernación y a la alcaldía arreglar la vía con recursos en conjunto. Llegado a un acuerdo, se empezaron a limpiar las cunetas con trabajadores puestos por los vecinos y con personal y maquinarias de la Gobernación.

Unos días después llegaron los de la municipalidad. Hay que aclarar que los primeros empiezan a trabajar a las seis y media de la mañana, los otros (los de la municipalidad) con suerte a las diez. Hizo su entrada triunfal la maquinaría, empezaron a descargar material. Con altibajos por parte de los otros. Cuando no era que la motoniveladora se la llevaban porque la necesitaban, o el vibro-compactador-cilindro se dañó; la volqueta no llegó o se acabó el fresado. Los obreros puestos por la comunidad tenían que ralentizar el trabajo a pedido de los otros, los tenían que esperar, alegaban que no se podía trabajar a ese ritmo, así se empezaron a reparchear los huecos. ¡Oh sorpresa! Un buen día no volvieron. La obra se paralizó, se llevaron la maquinaria y sólo quedó a lo largo del camino material estorbando, con peligro de accidentes.

El pequeño grupo de vecinos quedó en el limbo de los compromisos rotos, con una carretera llena de pozos cuando llueve y esperando que en ese otro mundo se acuerden de que existen y volver algún día a negociar antes de que llegue el invierno.

 

 

El Quindiano le recomienda