Una de las cosas que más me ha impactado en la vida es el día en el que supe que la autora de la emblemática canción Gracias a la vida, la violeta de muchos corazones, había decidido abandonar este plano terrenal un 5 de febrero de 1967. Seguramente, la necesidad de trascender su espíritu a un lugar donde pudiera hallar aquello que -como ella misma lo decíasiempre le faltó, la sedujo más.
Un hambre del alma acompañó a la autora de himnos como Volver a los 17, La jardinera y Que he sacado con quererte. Sus versos inundados de sinceridad y fuerza desnudaron un ser sediento de amor verdadero, pasión y protección. Mujer cuyo alimento más esencial era el arte que creaba en todas sus formas. Toda una mujer, hembra, cantora, artesana, madre, curandera.
"Solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes" es la frase que más me une al esplendor de su espíritu y creo que es allí donde nos debemos quedar, en el seno de aquello que tal vez fue lo único que no la llenó de angustia, su arte.
En tardes de melancolía, confieso escucho sus tonadas. También lo hago cuando me quiero conectar con mi linaje femenino, con la tierra, con la sangre que nos brota por las piernas, el dolor no solo de parir un hijo, la alegría repentina, el asombro y el gozo por vivir. Lo genuino hace su aparición en todas aquellas cosas que nos hablan desde el corazón y más adentro desde el alma rompiendo con el mutismo, la rigidez y la falta de amor. Lo genuino era la expresión natural de Violeta Parra.
En esos ojos alucinados, en su cuerpo de guitarra, en su expresión tierna rescato la lucidez, genialidad y sensibilidad de su alma. Admiro su franqueza. Destaco su ser mujer en toda la expresión de la palabra. Su valentía para crear cosas hermosas en este mundo en medio de su karma interior. Lo entregó todo y su criterio irrefutable fue la voz de su libertad.
Celebramos con gratitud el centenario de su nacimiento recordando a la mujer que se dio plenamente, a si misma y a la vida. Que sea la música de Violeta la que nos embriague de alegría por la vida que aún nos alberga y nos llene de sentido y fuerza para entregarlo todo. Tomo una taza de bebida de yerbabuena porque como tu Violeta las flores de mi jardín también son mis enfermeras. Salud.
María Isabel Meza Vélez