Foto tomada de La Vanguardia, tragedia de Hillsborough.
Han pasado varios días desde el atentado en Las Vegas. Casi un mes, y la tragedia que para muchos es historia, para los familiares de las víctimas apenas comienza.
No puedo evitar que afloren lágrimas de mis ojos cuando repaso las noticias sobre el crimen. Al ver las imágenes y videos donde se registra el aterrador momento en el que la gente que disfrutaba de un concierto lucha por sobrevivir a la balacera descargada por un hombre desde el piso 32 de un hotel.
59 muertos y 527 heridos. Dios. ¿Cómo no pensar en la vida de cada una de esas personas? Universos llenos de posibilidades, sueños, familias, conexiones. Existencias que concluyeron aquella noche para jamás volver.
De repente, en cadena, comienzan a llegar a mi memoria otros hechos fatídicos, algunos recientes y otros más lejanos, como la matanza en la discoteca gay Pulse en Florida en la que 50 almas trascendieron. Pienso también en Christina Grimmie, la artista de 22 años baleada en una firma de autógrafos. Que patética ironía escucharla cantar tiempo atrás el himno de Sia, Titanium, cuando menciona con tanta fuerza “I'm bulletproof”, “Soy a prueba de balas” y saber que después sería baleada por un fan en una firma de autógrafos.
Recuerdo más vagamente, pero con igual desolación, la masacre de la secundaria Columbine en 1999, perpetrada por dos jóvenes de la misma institución quienes posteriormente se suicidaron, y que dejó 12 estudiantes y un maestro abatidos, además de numerosos heridos, entre ellos personas con lesiones de por vida. Al respecto de esto Michael Moore publicó el documental Bowling for Columbine, en el que se condena la doble moral norteamericana en cuanto a la cultura de violencia, y el uso y posesión de armas de fuego, filme con el que el realizador ganó varios premios entre ellos el Óscar a mejor película documental.
Entiendo que una de las características de la conducta humana es buscar las razones de las cosas y tratar de comprenderlo todo, así que regresando al que es considerado el peor tiroteo en la historia de los Estados Unidos, trato de indagar en el rostro del homicida, Stephen Paddock, algo que me explique el porqué de su actuar. Es desconcertante ver a un ser humano como cualquier otro y saberle capaz de semejante crueldad. Sin embargo, y aunque el fuego de la indignación me abraza, no puedo sentir odio. Solo tristeza, y ese fuego abrasador se convierte en compasión al reconocer, más allá de lo que mi mente racional puede entender, que en muchas ocasiones el victimario fue víctima. No justifico estas acciones pero intento entender en medio de la condición humana la inconcebible cantidad de posibilidades, desvaríos, fatalidades que pueden acudir a una persona. Mi intento va en procura de un solo sentido y es al que deseo apelar con este discernimiento, y es que frente a estos hechos lamentables algo se transforme en los corazones de las personas y las sociedades, algo positivamente cambie, en vez de generar más odio y sufrimiento.
Pienso que parte del gran tejido que somos todos se tiene que romper cuando pasan estas cosas, algo muere y no puede ser en vano. Los días no pueden pasar sin pena ni gloria para unos, mientras que para otros jamás volverán a ser iguales. ¡No! Algo tiene que suceder en nuestros corazones cuando acontecen estas tragedias. Algo ha de cambiar en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Si hablamos de paz, la paz y el deseo de ser agentes de la no violencia debe empezar por el ser interior de cada uno, y no necesariamente desde acciones descomunales y ostentosas, me refiero en realidad, a actos simples de la vida cotidiana que demarquen la transformación de cada existencia; en el respeto a la diferencia, en la compasión antes que la burla, en el perdón verdadero para vivir sin resentimientos, en el abandono del prejuicio, en el actuar más desde el amor que la retaliación, en el sentido de una vida cada vez más humana. La fuerza no enseña si requiere crueldad, ni las palabras penetran si son carentes de amor. El amor existe solo si se manifiesta. El dolor no pasa si no se aprende su enseñanza.
Shit happens, las cosas malas pasan. La vida en muchos sentidos es impredecible y mientras continuamos caminando su sendero estaremos expuestos a ellas. Pero estas tragedias que tocan a algunos, nos tocan a todos y deben unirnos en virtud de ser mejores seres humanos, solo así habrá valido el sacrificio de las vidas inocentes, la lección disfrazada de maldad, el aprendizaje que es la vida en cada cosa.