Un altar para el arte

26 julio 2018 2:39 am

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Sentirse traspasada por los sentimientos para mi es cosa sencilla, yo siento mucho. Pero sentirse no solo traspasada sino conmovida y abrumada, al igual que bendecida, todo ello al mismo tiempo, ese es otro nivel.

La experiencia vivida al participar por primera vez en el XXXIV Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas en el Museo Rayo de Roldanillo, Valle del Cauca, fue sin duda transcendental.

Reconozco el merecimiento que me llevó allí, también el respeto y dignidad que me inspiran todos quienes han hecho posible por tanto tiempo un evento de tal envergadura: incluyente, solidario, donde como en pocos espacios es enaltecida predominantemente la voz de la mujer, y descubrir; divinidades en medio de egos, humanidades empáticas, almas deferentes, dispuestas al respeto, prestas a escuchar —aunque sea por los segundos que demore un poema— lo que tiene que decir esa otra que en alto acto de valentía eleva su canto más allá del miedo.

En pocos momentos de la vida entrené mi capacidad de escucha de forma tan intensa y sincera como allí. Seis días de jornada completa disponiendo los cinco sentidos para abrazar con el silencio la voz de aquella hermana que en palabras nos ofrendaba lo más hondo de su existir. Catarsis, sanación, delirios y alegrías tuvieron lugar en el estrado.

Me llevo conmigo la templanza de la gran madre, la directora del museo y creadora del encuentro Águeda Pizarro. La persistencia de su presencia y de su escucha, y su aplauso al término de todos y cada uno de los poemas recitados. Un acto que constituye uno de los principios de la no violencia de Gandhi: el arte de escuchar, de verdad, desde el corazón y en el ejemplo de la Almadre, un modelo a seguir.

El abrazo de la gran hada del encuentro, la que no puede faltar, la que amamos desde que la vemos y escuchamos por primera vez, cuyos recitales viajan a la velocidad de la luz en encanto y maestría, la también poeta Almadre, Marga López Díaz, que no dudo en expresar su júbilo cuando se sentía conmovida por nuestros versos, para alentarnos y llenarnos de colores con su dulzura, su cercanía y la magia de sus talleres, fue alegría para mi corazón y el de muchas.

Los esfuerzos de todos y el valor de lo cultural, en un altar para el arte, me hacen humedecer el alma al constatar en la presencia de múltiples mujeres de diversos colores y en la blandura de hermosos hombres que acuden a la escucha respetuosa y sosegada, como, en un acto de fe con la vida, creemos con certeza que el mundo al cerrar las puertas de aquel templo será sin duda un lugar mejor.

 

Pasó, pasó el momento
todo pasa, y
sin embargo,
quedará para siempre.
—XXXIV Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas, Museo Rayo, 2018—

María Isabel Meza Vélez, Ishwari Paz.

 

 

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