Escuchando el sonido de la lluvia, las noticias de la mañana y los rumores en cada esquina, reflexiono sobre la prevalencia que tiene el poder de la palabra. Y es que no sé entonces en que tienen cifrada la confianza la gente de hoy, si en lo escrito o en lo hablado.
Nuestros abuelos negociaban con la palabra y hoy si no hay escrito no hay negocio. Lo anterior se desarrolló gracias a muchas disciplinas y en gran parte porque mucho “vivo”, por no decir traicionero, engañaba al otro para beneficio propio.
Con el tiempo se inventaron los contratos y hasta hoy sigue la misma brecha de desigualdad, entonces pienso que lo mejor es avanzar en inculcar a nuestros hijos, más que la negociación por palabra o por contrato, objetivos claramente colectivos y no individualistas ya que cuando negocias y pasas por encima del otro, no ganaste, perdiste porque tienes un aliado menos para combatir las economías de escala que trajo la globalización, que dicho sea de paso es tan buena o mala como quieras y cada quien habla del paseo como le haya ido.
Lo cierto es que sea buena o mala la globalización existe y hay que asumirla. La manera más llevadera es globalizando no exterminando. Eso si, avancen empresarios con quien esté dispuesto al cambio, quien quiera seguir en el método tradicional tiene todo el derecho a hacerlo, pero que por seguir en el método tradicional de hacer negocios no sigan buscando culpas afuera.
Entiendo que reconocer siempre es difícil y más si es uno el equivocado, pero existe la opción de guardar silencio. Dicen que “la historia se repite”, por eso es que existen registros y estos son de gran utilidad cada vez que hacemos una negociación. Ojalá y cada vez que fuéramos a realizar un negocio pudiéramos revisarlos., así podríamos negociar con conocimiento, pero cuantas veces nos vamos a improvisar, perdón a negociar con la simple corazonada que nos va ir bien.
Si los registros nos cuestan saquémosles el provecho y de esa forma podemos ver con otros ojos las exigencias de la normativa.
Concluyo diciendo que con todo lo que pasa a diario sigo convencido que Colombia es un país de oportunidades y que ellas llegan a nosotros dependiendo de cómo cada uno se mueva.