La izquierda cambió, ya no se trata de redistribuir la riqueza ni de tomarse los medios de producción, ahora la lucha es cultural.
¿Qué es eso de “nueva izquierda”? ¿Acaso hay una vieja y otra más reciente? En términos simples sí. La vieja izquierda, representada principalmente en el comunismo, está condenada a la muerte. Esta corriente política del siglo pasado básicamente promovía la igualdad social a través de la toma de los medios de producción y la redistribución de la riqueza para hacer desaparecer las clases sociales y el Estado. Actualmente salvo dos o tres naciones aplican esta desgastada corriente política con nefastas consecuencias, como lo demuestra la historia.
Hoy en el mundo la izquierda cambió, así lo afirman Nicolás Márquez y Agustín Laje, dos escritores argentinos en El libro negro de la nueva izquierda en el que de manera amplia demuestran la evolución que sufrió la izquierda al pasar de ser principalmente económica a ser eminentemente cultural. De manera que desaparece la lucha de clases -la clase obrera o el proletariado contra la burguesía o capitalistas- sino una serie de pequeñas batallas culturales, de minorías marginadas, que se enfrentan contra un sistema establecido.
Y es allí donde aparecen varios actores y promotores claves para desarrollar esta nueva guerra cultural.
Por una parte, los políticos. En Colombia, por ejemplo, y dada la próxima contienda electoral, revisemos grosso modo los movimientos y postulados de algunos candidatos.
El principal exponente es Gustavo Petro, que precisamente fundó un movimiento llamado Progresistas. El progresismo es una tendencia política ligada de forma ineludible a la nueva izquierda. Las propuestas de Petro encajan perfectamente en la batalla cultural que nos plantea la nueva izquierda, recogiendo, según Márquez y Laje “esos nuevos movimientos… indigenistas, ecologistas, derechohumanistas… feministas y homosexualistas”. Como ya se ha visto en las concentraciones del candidato de izquierda estos grupos son los que mayoritariamente lo acompañan.
Pero no solo es él. Sergio Fajardo –cuya fórmula vicepresidencial es abiertamente lesbiana- y Humberto de la Calle –recordado por citar a la feminista francesa Simone de Beauvoir: “no se nace mujer se llega a serlo”- son también representantes de esta nueva izquierda en Colombia, con movimientos feministas y de enfoque de género.
En otra instancia, la industria del entretenimiento, atraída por las luchas de igualdad social, sucumbió ante la promoción y difusión de las novedosas formas de lucha de la izquierda evolucionada. El cine, la música, la televisión, el deporte, entre otros, han apoyado la llamativa propuesta del progresismo.
Lo novedoso puede ser atractivo, aunque no siempre conveniente.
¿Por qué? Porque ciertos postulados de la nueva izquierda, en contra de la ciencia y la lógica, influyen en la sociedad en proporciones incalculables, a partir de un adoctrinamiento silencioso y en algunos casos subliminal, herramientas sin las que les sería imposible convencer.
Como resumiera una parte del prólogo del libro anteriormente mencionado: “Han venido minando a la sociedad a través de constructos teóricos que explican la realidad a su manera, no como es, sino como pretenden que sea”.
