Hablemos sobre ciudadanía

13 octubre 2017 9:46 pm

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La ciudadanía no es una dotación a priori del ser humano, sino una conquista histórica, al igual que lo son los derechos asociados a ella.

Siguiendo a Amelia Pérez Orozco en el postulado de que “La vida es vulnerable, es precaria. La vida solo es si se cuida, y la única forma de hacerlo es mediante la interdependencia,” es pertinente repensar el concepto de ciudadanía desde el paradigma de constructo social que sitúe en el centro la conservación de una vida humana digna y compatible con la naturaleza. Vidas que merezcan ser vividas.

En el escenario sociopolítico actual que prioriza el crecimiento económico y la acumulación generando un deterioro progresivo de la bio-esfera y una explotación de los seres humanos y de la naturaleza, es necesario reformular las múltiples dimensiones del concepto y hecho social de ciudadanía. En lo legal se plantean cuestiones en torno a la ampliación de los sujetos de ciudadanía: minorías, migrantes, personas con sexualidad diversa, naturaleza, y de los derechos asociados a ella: ecológicos, sexuales y culturales. En su vertiente política, es preciso superar el concepto de ciudadano/a como mero sujeto de derechos y deberes mediante la recuperación del espacio político, lo cual implica una redefinición de la esfera pública y la promoción de nuevos modelos de participación. La dimensión ética de la ciudadanía, por otra parte, nos invita a construir modelos de convivencia capaces de dar respuesta a las necesidades de las sociedades actuales. Convivencias inclusivas respetando las diferencias sexuales y culturales. Convivencias capaces de respetar la vida como valor máximo y consciente de la eco-dependencia para crear modelos socio-económicos que respeten el diseño y ritmo de la naturaleza.

La ciudadanía ha servido a menudo para trazar la línea entre quienes están dentro, “pertenecen” y por lo tanto disfrutan de derechos, y quienes están fuera, en sentido real o figurado, las “excluidas”, a quienes no se les reconoce el derecho de pertenecer y por lo tanto ningún otro derecho más. Sin embargo, desde diversas instancias sociales se plantea el concepto de ciudadanía, asociado a lo “global”, que va más allá del estatus, de los derechos y responsabilidades asociados con la pertenencia a un Estado. La ciudadanía tiende a definirse ahora a través de nuevos escenarios y de prácticas sociales en constante transformación, relacionadas con dos elementos clave: la participación, entendida como la capacidad, la voluntad y el poder de actuar, y la interdependencia: el reconocimiento del compromiso y la responsabilidad con la sociedad y la naturaleza a nivel global.

Ante el hecho de que el neoliberalismo nos ha reducido a simples consumidores ampliando los procesos de exclusión social, desde múltiples ámbitos y lugares del mundo se está exigiendo una democratización real de nuestras vidas. Lo que implica atribuir a las personas poder de decisión en todos los asuntos que afectan a sus vidas y redistribuir el poder de decidir acerca de las cuestiones colectivas.

En la construcción de está ciudadanía comprometida, interdependiente y eco-dependiente la educación alcanza un papel transformador. Cuando hablo de educación me refiero a la educación formal, pero sobre todo, a la educación que nace en el seno de la comunidad, de la colectividad. Una educación que incida directamente en nuestra sociedad a través de la concienciación de la población sobre los problemas que nos afectan y proponga el compromiso y la acción activa y creativa, con el propósito de conseguir un mundo con equidad socio-ambiental, donde humanos y naturaleza sean sujetos de derechos y que el fin ultimo de toda acción económica, política, cultural, social sea el cuidado y la sostenibilidad de la Vida.

 

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