Vivirse en un cuerpo de mujer duele, traemos una herida de violencia heredada durante siglos. Aunque en nuestra sociedad hemos avanzado en los derechos de la mujer, nos queda un largo camino por recorrer ¿Con qué frecuencia una mujer es violada de manera verbal, física, psicológica o financiera? ¿Con qué frecuencia se agrede a una mujer o se le falta al respeto? Vivimos una violación sistémica de nuestros cuerpos, desde el sistémica medico hasta la tiranía de la moda y la publicidad, pasando por los micro-machismos y terminando en el asesinato.
Más de un millar de mujeres son violadas cada año en España, cifra desde 2009, cuando el Ministerio del Interior comenzó a desglosar la estadística de agresiones sexuales para acomodarse al criterio de la Unión Europea. Fecha desde la que se han registrado más de 8.200 agresiones sexuales con penetración, tres al día, una cada ocho horas. En Colombia, la cifra es espeluznante: 15.082 casos de violencia sexual contra mujeres se reportaron entre enero y octubre 2016. Ni siguiera un año, en solo 10 meses en nuestro país han violado a 15.082 mujeres.
Estas cifras solo dan cuenta de la violencia sexual hacia la mujer, porque en materia de feminicidios, es decir los asesinatos de mujeres por el solo hecho de serlo, las cifras de los países son muy diferentes pero igualmente estremecedoras. En Colombia durante el 2016 fueron asesinadas más de 731 mujeres, según cifras del Instituto de Medicina Legal en su Informe Epidemiológico. En el mismo año en España fueron asesinadas 105 mujeres. Señoras … Nos están matando… y esto lo tenemos que parar entre todas y entre todos. Deseo escribir los nombre de todas ellas con la sangre de sus asesinos. Perdóneme, pero cada vez que leo estas cifras ruedan las lagrimas por mis mejillas y mi indignación crece.
Somos asesinadas, violadas, menospreciadas, ultrajadas en todos los ámbitos de la vida, por esto, es momento de repensarnos y recuperar la autonomía y poder de nuestro cuerpo. Reapropiarnos de nuestro cuerpo es reapropiarnos de nuestra vida. Por ello es imprescindible impulsar los encuentros entre mujeres y para mujeres, en un proceso de autoconciencia en el que se distingan cuatro fases: abrir los sentimientos individuales hacia las demás integrantes del grupo, compartir las experiencias, analizarlas y abstraer y elaborar teoría y práctica de subversión del orden heteropartriarcal asesino en el que estamos inmersas.
Es una idea simple: estar entre iguales, amigas. Esto lo amamos las mujeres. Los círculos, club, quedadas, meriendas… póngamosle el nombre que más nos guste, hacen aflorar y compartir un universo imaginado y hecho realidad desde lo femenino, dejando fuera de él la jerarquía del poder patriarcal, la mirada del otro que restringe para dar paso desde la propia inspiración, desde lo silenciado durante siglos, a una figura activa, auto-gestora, y empoderada en sus procesos personales y sociales. Convirtamos lo personal en político como comino de un cambio social verdadero y sostenido. Actualmente en todo los países hay grupos de este tipo, os invito a uniros si conocéis alguno en vuestro entorno, o sino a formarlo desde la conversación con vuestras familiares y amigas. Detrás de nosotras, os aseguro, los hombres también iniciaran indagaciones sobre sus masculinalidades.