La pedagogía del miedo es la ley del garrote: “la letra con sangre entra”, “si lo mataron será por algo”. La pedagogía del terror es la del silencio: “calladita estas más bonita”, “sálvese quien pueda”. En estas pedagogías nos hemos educado los y las colombianas porque son pedagogías estructuradas a partir de un régimen político y económico patriarcal, capitalista, que mercantiliza nuestras vidas, privatiza nuestros deseos, domestica nuestros cuerpos y niega sistemáticamente nuestros sueños de vivir una vida en dignidad.
¿Cómo desactivar estas pedagogías? Esta pregunta nos asalta constantemente. ¿Cómo hacer para que esta oportunidad del proceso de paz, se convierta en el proceso de reformular un país vivible?
Pero las noticias cotidianas nos hacen esconder de nuevo las alas: lideres y liderezas judicializadas o asesinadas, comunidades que piden sus derechos reprimidas por la fuerzas del Estado, un sistema educativo y de salud desmantelado, la venta de nuestros recursos naturales a multinacionales…
¿Qué Pedagogía debemos implementar para crear un país donde se respete la vida en todas sus dimensiones?
Todas somos sobrevivientes de guerra y por ello tenemos heridas que lastiman nuestras posibilidades de acción colectiva: el miedo, la desconfianza, las mentiras convertidas en verdades. Todas estamos sobreviviendo en esta guerra cotidiana de la inequidad social y nuestra mayor herida es el individualismo que es reflejo del miedo, la desconfianza y la mentira hacia el otro, hacia el igual, hacia nuestras y nuestros compatriotas. Así que un proceso de paz donde solo un actor del conflicto entregue armas, no es medicamento suficiente para nuestras heridas de guerra. Hay muchas clases de armas de guerra, y en este punto tanto Estado, como otros grupos al margen de la ley también debe deponer sus armas reales y simbólicas, las últimas son las que más daño hacen al conjunto de la sociedad. Esto, lamentablemente no lo estamos viendo, no lo estamos viviendo.
Ante esta realidad y antes de que la frustración nos invada como un cáncer, propongo que nos unamos a la Pedagogía de la Resistencia, aquella que se rige por: “nos creamos en comunidad”, o por “lo personal es político”. Una pedagogía que nos permita volvernos sujetos de nuestra propia transformación, de retomar el rumbo y las metas de un Buen Vivir colectivo. Pedagogía de la Resistencia que convierte nuestros dolores de guerra en discursos políticos de construcción social, que nos convierta en sujetos fundamentados en la ética de los cuidados. Por ende, a la Pedagogía de la Resistencia se le unirá las palabras-conceptos de comunitaria y feminista porque es una forma de nombrar una posición en la escena social, que cuestiona al conjunto de relaciones de poder para pensar en perspectiva de reconstrucción social, económica y política.
Invito a hacer desde esta perspectiva una crítica a la dominación capitalista y patriarcal; cuestionar la cultura androcéntrica; deconstruir las categorías binarias; construir relaciones de horizontalidad y de autonomía; practicar el diálogo político y alinearnos con quienes tienen practicas y se estén construyendo desde la critica a la dominación de las pedagogías del miedo y el terror. Para salir de nuestra encrucijada de guerra debemos ponernos todas, individual y colectivamente, en cuestionamiento y nombrarnos de nuevo desde espacios diferentes, para multiplicar los espacios de ensayo social ya existentes en el territorio físico e imaginado de nuestra nación, para crear espacios que desafíen las reglas del poder y nos instale en un vivir desde el cuidado y el respeto a la vida y lo vivido.