Si esto es el hombre

8 marzo 2023 9:17 pm

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Alberto Hernández Bayona

Vuelve a llegar a mis manos una novela de Primo Levi titulada Si esto es el hombre y la tomo con el confuso sentimiento de quien recibe un arma de fuego recién disparada: amenazadora, humeante, irrevocable, olorosa a pólvora y a muerte. Porque en este libro-testimonio se narra con austera frialdad lo que sucedió los días y noches de terror en los campos de exterminio de Auschwitz.

Al azar abro el libro y leo en alguna de sus páginas: “A nuestro alrededor todo nos es enemigo. Encima de nosotros se agrupan las nubes malignas, para separarnos del sol; por todas partes nos oprime la amenaza de las alambradas. Sus confines no los hemos visto nunca, pero sentimos, todo alrededor, la presencia maléfica del hilo erizado que nos segrega del mundo…Y en los andamios, en los trenes en maniobra, en las carreteras, en las excavaciones, en las oficinas, hombres y más hombres, esclavos y amos, y amos que son esclavos de ellos mismos; el miedo mueve a unos y el odio a los otros, toda otra fuerza calla. Todos aquí son enemigos o rivales.”

Y entonces vuelvo al poema que introduce al lector en el libro y que es una terrible admonición:

Los que vivís seguros

En vuestras casas caldeadas

Los que encontráis, al volver por la tarde,

La comida caliente y los rostros amigos:

                Considerad si es un hombre

                Quien trabaja en el fango

                Quien no conoce la paz

                Quien lucha por la mitad de un panecillo

                Quien muere por un sí o por un no.

                Considerad si es una mujer

                Quien no tiene cabellos ni nombre

                Ni fuerzas para recordarlo

                Vacía la mirada y frío el regazo

                Como una rana invernal.

Pensad que esto ha sucedido:

Os encomiendo estas palabras.

Grabadlas en vuestros corazones

Al estar en casa, al ir por la calle,

Al acostaros, al levantaros;

Repíteles a vuestros hijos.

                O que vuestra casa se derrumbe,

                La enfermedad os imposibilite,

                Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

 

Muchos años después, en 1976, un grupo de jóvenes estudiantes le preguntó al autor si había perdonado a los alemanes, si sentía odio, rencor o deseo de venganza porque en el libro no había expresiones de animosidad contra sus verdugos.

Levi respondió: Por naturaleza el odio no me viene fácilmente. Lo considero un sentimiento animal y torpe, y prefiero en cambio que mis acciones y mis pensamientos, en lo posible, nazcan de la razón; por ello no cultivé en mi mismo el odio como un deseo primitivo de revancha, de sufrimiento infligido a mi enemigo real o presunto, de venganza privada. [Pero] no, no he perdonado a ninguno de los culpables, ni estoy dispuesto ahora o nunca a perdonar a ninguno, a menos que haya demostrado (en los hechos: no de palabra ni demasiado tarde) haber cobrado conciencia de las culpas y errores del fascismo nuestro y extranjero, y que esté decidido a condenarlos, a erradicarlos de su conciencia y de la conciencia de los demás. En tal caso sí, un no cristiano como yo, está dispuesto a seguir el precepto judío y cristiano de perdonar a mi enemigo; pero un enemigo que se rectifica ha dejado de ser enemigo. (Apéndice de 1976)

Algunos libros los recibimos con alegría porque sabemos que son bálsamo en medio del árido desierto que es la vida; otros los leemos con reverencia porque sentimos que allí se narra de manera espléndida la epopeya de una vida que, en el fondo, es la historia de todos nosotros; unos cuantos libros nos imponen un reto que sabemos difícil de superar pero que, una vez transitado, nos permite conocernos más, sabernos un poco mejores; pero este libro de Primo Levi hay que leerlo aunque sintamos que tenemos metido un puñal en las entrañas, porque nos ayuda a ser compasivos con el dolor ajeno y porque nos advierte que hay que estar alerta puesto que el mal se camufla en todas las esquinas.

Y si algún ingenuo nos dice que, por fin, ha cesado la horrible noche hay que invitarlo a que se asome por la ventana y observe con atención.

Primo Levi nació en 1917 en el seno de una familia judía asentada en Piamonte, Italia noroccidental. Se graduó en química en 1941. En 1943 fue arrestado por la milicia fascista que lo entregó al ejército de ocupación alemán. En 1944 fue deportado a Auschwitz y liberado por el Ejército Rojo; de los 650 judíos italianos que ingresaron con él al campo de concentración sólo sobrevivieron 20. Al volver a Italia ejerció como químico industrial y empezó a escribir sobre sus experiencias en el campo de concentración. Además de Si esto es un hombre, publicó entre otros escritos La tregua, Momentos de indulto, Sistema periódico y Si no ahora, ¿cuándo? El 11 de abril de 1987 se suicidó.

 

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