“Practique para que las expresiones de amor en púbico le salgan bien contenidas, bien limpiecitas”.
Piense en esa pareja que estaba teniendo sexo en el séptimo piso de la universidad Distrital hace un par de semanas, en la persona que llamó a la policía para denunciar el acto indecoroso que ella misma captó con una cámara, en el nuevo código de policía que sanciona con 349,000 actos sexuales, obscenos y exhibicionistas en público; piense en la universidad que expresó su indignación frente al acto vergonzoso y declaró que el hombre no era profesor ni funcionario de la universidad, en el hombre que pidió disculpas, en la mujer que no, no señores de la prensa, no era estudiante de la universidad; piense en este desperdicio de tiempo y esfuerzo de la policía por un el rumor de un mirón; piense en las palabras sexo público, obsceno e exhibicionista, en cómo son interpretadas dependiendo de la postura moral del observador.
Sexo público, obsceno y exhibicionista, interpretó el denunciante: aquello que puedo ver por mi ventana con el zoom de mi cámara. Sexo público, obsceno y exhibicionista, confirmaron policía y universidad; piense, piense en esas palabras en manos de esta sociedad conservadora y moralista en la que vivimos y practique para que las expresiones de amor en público le salgan bien contenidas, bien limpiecitas, como las de Ilsa y Rick en Casablanca. Y por último, piense, si va a entregarse a la actividad obscena y exhibicionista del placer, corra las cortinas, póngase la burka y por si las moscas, una sábana nupcial de esas que traen un hueco para la cópula y rece, rece bien duro por si lo están oyendo: "No es por vicio ni por fornicio, sino para dar un hijo a tu servicio".