Por Arcesio Chica Jr.
Dicen que después de vivir años y años, uno cae en los peligrosos vericuetos de los recuerdos, aquello que llama evocación. Y sí a riesgo de que me cataloguen como uno de los “abuelitos” que argumenta lo de: “todo tiempo pasado fue mejor,” es necesario ir a aquellos tiempos de ciudad que recordamos con fruición y alegría.
Armenia era una ciudad activa y amena, que se disfrutaba con gusto sobre todo en el centro; donde se vivían momentos especiales, donde se degustaba una deliciosa bebida viendo cómo la gente se desplazaba sonriente y alegre, se armaban casi que paseos para cada 8 días ir a pasar unos momentos inolvidables. Y es que cuando uno comenta con los jóvenes de hoy como era la ciudad, se sorprenden porque la que ellos conocen no se parece en nada.
Después del terremoto nuestro amado centro se acabó, todo cerrado y apagado, el temor es latente porque pululan los atracadores y la soledad es de verdad apabullante. Y así se quedó, nadie hizo nada por volverlo a ser atrayente, nadie movió un dedo para que resurgiera ese ambiente que nos permitía gozar sin miedo de algo qué hacer en las tardes y en las noches: toda una aventura sana de disfrute. No hay que mencionar lugares porque casi todos los que hemos vivido aquí los recordamos con cariño.
Hoy, con la bendita pandemia, surge el temor, que ya es tangible, que el centro de la ciudad desaparezca por completo, y en vez de reactivarse se hunda más, sea más lúgubre de lo que es actualmente, y se pierda para siempre un sitio de esparcimiento y reunión que se ha vuelto peligroso y que a las nueve de la noche motive que todos salgamos despavoridos para las casas por el temor que inspira.
Ni la alcaldía, ni la Policía, ni los famosos entes se preocuparon por brindar seguridad a los establecimientos que allí había. Se dejó todo a “sálvese quien pueda” y por eso se acabó. Había empleo, economía activa, y desarrollo, ahora nada.
La pandemia ha acabado con todo, pero como los cuyabros somos verracos y echaos pa’ lante, tenemos que hacer algo, motivar a las autoridades policiales para que hagan planes de seguridad, a las autoridades gubernamentales a diseñar estrategias para que el centro de esta hermosa ciudad renazca de sus cenizas y vuelva a ser ese polo, no solo de atracción, sino de la mentada reactivación económica que tanto se pregona.
Hay que hacer algo, pero comenzar desde ya, porque en vez de quejarnos y lamentarnos, si ponemos fuerza y voluntad común lograremos tener un sitio que nos permita volver a vivir buenos momentos, con tranquilidad y seguridad.