Las recientes tragedias causadas por la naturaleza nos han mostrado cuan indefensos somos ante ella, pese a que hemos sido nosotros quienes la hemos abusado, ultrajado y estropeado. Del daño que actualmente sufre la tierra todos somos responsables desde uno de dos lados opuestos: el interés o la desidia. En el interés están aquellos que han explotado económicamente los recursos naturales sobrepasando todo límite de prudencia y en la desidia los que hemos sido permisivos con las acciones de los interesados e indiferentes por el bienestar ajeno. Por fortuna muchos han salido de esta mirada desdeñosa hacia al planeta –y no me refiero a esos personajes públicos que son ambientalistas y/o animalistas en época preelectoral– y han logrado que varios seamos arrastrados en la misma dirección y propendamos así por contrarrestar el daño causado y fomentar prácticas que eviten un mayor deterioro. Prácticas que de hecho son comportamientos, valores y sentido de pertenencia que facilitan la convivencia y un ambiente sano, es decir, cultura ciudadana. Y es que el cuidado del medio ambiente es cuestión de civismo, de no buscar el lucro a costa de todo y todos, de inclinarnos hacia el interés general, de hacer separación de residuos en casa, de no hacerle el quite a ley con el certificado de gases de los automotores, de ahorrar energía, de que los funcionarios públicos no estén expidiendo irregularmente licencias ambientales, de explotación minera o de construcción. Realmente esto no se ve tan difícil pero sí que lo ha sido y las consecuencias son nefastas, el cambio climático es la factura que estamos pagando.
El planeta nos ha dado todo lo necesario para nuestra existencia, nos ha alimentado, nos ha vestido, nos ha resguardado y que mal le hemos correspondido. Somos los cuervos que él ha criado y que le estamos sacando los ojos, porque si usted es de los que profesa y tiene convencimiento en la teoría creacionista del origen del mundo, déjeme decirle que amar, entender y proteger el medio ambiente glorifica al Creador, así que el cuidar la naturaleza no es solo una causa social sino que es también un mandato divino. Si por el contrario usted se ubica en los que creen en la teoría evolucionista, pues que desagradecido está siendo con este lugar que lo acogió, le abrió un espacio en medio de otras tantas especies y lo llevó a evolucionar y a desarrollarse.
Este planeta a pesar de todo el daño que tiene encima continúa su curso y nosotros en su marcha no hemos sido más que su obstáculo y de alguna manera él lo está sorteando. ¿Se han dado cuenta que la tierra aun sin nosotros seguirá girando?
A mi modo de ver, frente al planeta nos estamos comportando como una enfermedad autoinmune porque nosotros mismos nos estamos haciendo el daño, por ello concluyo que el hombre en sí es un desastre natural, porque así de manera natural, sencilla y espontánea ha destruido todo en cuanto le ha sido posible, ha exterminado todo tipo de vida sobre la faz de la tierra y es por eso que la prevención de todo desastre debe recaer sobre nosotros mismos.