Nos dicen que hoy los colombianos nos encontramos frente a la terminación de un conflicto que se extendió por más de cincuenta años y es precisamente sobre los conflictos acerca de lo que hoy quiero hablar. No me refiero a esas confrontaciones bélicas, a los desacuerdos que se resuelven a través de las armas sino que hablo de aquellas cotidianidades como las diferencias en el hogar, las discrepancias con la pareja, las desavenencias en el trabajo y situaciones corrientes de nuestra vida que aunque muy incómodas, resultan siendo importantes y necesarias porque es precisamente en el desacuerdo donde se revela el carácter propio y el ajeno, dicho coloquialmente, es en la discordia donde pelamos el cobre. Es por eso que una diferencia manejada con altura puede ser una gran oportunidad para construir mejores relaciones, mejores escenarios y mejores personas. Los abogados ejercemos nuestra profesión justamente en medio de oposiciones, vivimos, además de los problemas propios, los ajenos y ello me ha enseñado que las disputas muchas veces se extienden no por el asunto en cuestión sino por el carácter de sus intervinientes. Carácter que no debe confundirse con personalidad, pues básicamente se diferencian en que el primero es la manera cómo se manifiesta el segundo, por eso es que hemos oído decir que en la interacción con los demás se nos va formando el carácter, porque en cómo sobrellevamos a ese compañero bulloso, al vecino chismoso, al conocido envidioso, al empleado imprudente, sin tener que ser igual que ellos, reflejamos qué es lo que somos. Son esas desavenencias las que nos van adiestrando en la vida, bien lo decía Salomón “el hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre”. No me es entonces extraño que como nación llevemos medio siglo ‘pelando el cobre’, desafiándonos unos a otros aún en medio de la confrontación. El conflicto que hemos vivido ha descubierto el carácter de nuestra clase política, económica y social, nos ha evidenciado la corrupción, el avarismo y el rechazo a la autoridad en cada una de ellas. Por eso el reto de la paz estable y duradera es primero un compromiso individual, es responsabilidad de cada uno de nosotros, porque ciertamente no viviremos ningún aspecto de la vida libre de conflictos, sin embargo, no es imposible vivir en paz, si lo hacemos actuando justamente, sin tanta quejadera, por ejemplo me aterra cómo un gran porcentaje de personas tienen sentimientos adversos al Código de Policía, como si el respeto ajeno y la urbanidad fueran unas imposiciones autoritarias que reprimen al pueblo, o qué les parece la muestra de carácter de ese senador que cuando se vio agarrado en la compra de fallos judiciales dijo que los jueces lo estaban extorsionando y antes de entregarse a la justicia hizo un conmovedor video familiar; y qué tal todos nosotros que nos dividimos terrible y violentamente entre el SÍ y el NO para aprobar la terminación del conflicto armado, en donde los primeros atacaron con grosería y burla a los segundos y aun así se hacían llamar pacifistas y los del NO, en nombre de la justicia que reclaman, propagaron muchas mentiras para que se avalaran sus argumentos. Eso sí que nos demostró quiénes somos.