A pocos días de haber finalizado la visita del jefe de Estado del Vaticano, es común escuchar noticias y comentarios en la calle, pero de igual manera ha sido frecuente escuchar comentarios y noticias acerca de otro suceso con no menor importancia y que a diferencia del primero no se caracteriza por dejar una estela de concordia y fraternidad; sino de destrucción y terror; estamos hablando del paso por el Caribe de los huracanes Irma, José, Katia y ahora María.
Lo interesante es, que a la mirada de muchos ciudadanos desinformados, estos dos temas en principio no tendrían nada en común cuando en realidad sí; de hecho fue el mismo Papa Francisco quién en el año 2015 presentó la encíclica “Laudato Sí´ sobre el cuidado de la casa común presentada ante el mundo”, su título proviene del poema “El cántico de las criaturas”, escrito por San Francisco de Asís en el siglo XIII. Es de resaltar que si bien este tipo de documentos suelen ir dirigidos hacia los obispos del mundo, en esta ocasión estaba estinada a todas las personas del mundo, incluidas las no
católicas:
“Invito a acompañar la publicación con una renovada atención a las situaciones de degrado ambiental, pero también de mejoría, en sus propios territorios. Esta encíclica está dirigida a todos: recemos para que todos podamos recibir su mensaje y crecer en la responsabilidad hacia la casa común que Dios nos ha confiado”.
En los seis capítulos del documento, Francisco hace una crítica mordaz del antropocentrismo, el consumismo del mercado, el corporativismo, la globalización, la tecnología, y el desarrollo irresponsable, como raíces de esta crisis que está generando en gran parte la degradación ambiental, desigualdades sociales y el cambio climático. La crisis ambiental es pues para el Papa, una crisis igualmente social y ética pues deriva de una forma de habitar y ver el mundo, por lo que la solución que propone es igualmente social y ética: una “invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso”.
Desafortunadamente y a pesar de ser un país mayoritariamente católico, seguimos en una dinámica social que resulta nociva para nuestra casa común y por ende para nosotros mismos; para no ir muy lejos en el caso de nuestro amado Quindío actualmente estamos habitando de una manera insostenible, tanto así que tan solo en lo referente al bien “Agua” según estudios a este momento el costo de descontaminación aguas residuales en el Quindío asciende a 1 billón de pesos, sin contar que entre 2020 y 20105 el río Quindío no tendrá capacidad para abastecer de agua a Armenia y si hablamos de recuperar tan solo las cuencas hídricas de Salento tardaríamos mínimo 5 años. Aspecto tan grave que desde ya se propone por parte del Estado el uso de aguas subterráneas como alternativa Lo anterior como lo diría el Maestro Augusto Ángel Maya, son “Hechos insobornables”, que conllevan unas consecuencias directamente negativas sobre nuestra calidad de vida en nuestro Hogar llamado “Quindío”.
Independientemente de sus convicciones e ideologías, el llamado es dialogar, no tanto nivel global sino local, empezar por nuestro Hogar, y cuando de cuidar el ambiente se trate; dejar a un lado los colores políticos y/o religiosos asumiendo que lo que se encuentra en medio es nada más y nada menos que nuestra propia vida.