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Año nuevo, elecciones nuevas

4 enero 2018 5:59 am
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Para la mayoría de personas esta época de fiestas está llena de simbología, viajamos desde lugares recónditos para reunirnos en torno a la familia; comemos cuanta cosa deliciosa haya, eso sí sin desconocer la tradicional natilla y buñuelo; en esas mismas reuniones familiares pareciera ser bastante común hablar de la realidad de nuestro País, lo que indefectiblemente lleva a tener q hablar sobre Política, un tema que a pesar de estar teóricamente vedado al igual que la religión, en la práctica pareciera ser la sobremesa con la que cada Colombiano ayuda a digerir sus comidas.

En algunas ocasiones hemos oído o incluso sido testigos de acontecimientos donde entre miembros de familia hay peleas e incluso se fraccionan las relaciones afectivas tan solo por “tendencias políticas” diferentes, ya que ni el rango de ideologías políticas alcanzan a tener. Esta situación que no es nueva (para no ir muy lejos recordemos que a mediados del siglo XX había homicidios tan solo por el color de alguna prenda que representará un partido); se repite con algunas modificaciones, en la actualidad si bien los partidos políticos se encuentran muy desprestigiados por lo que matarse por un color de prenda no es una realidad tan frecuente, a la larga los discursos políticos siguen inertes y al mejor estilo de “Nicolás Maquiavelo” pretenden “dividir y reinar” sobre nosotros, un pueblo digno pero en su gran mayoría tristemente ignorante. No lo digo solamente yo, lo decía el mismo Padre de la Patria Simón Bolívar cuando exclamaba: “por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”

Muchos de nosotros en ocasiones nos preguntamos si es pertinente hablar en familia de un tema tan complejo o si tal vez es mejor abstenerse; a veces incluso evitándolo se termina sin querer hablando de lo mismo; creo yo que tal vez sucede porque a pesar de las circunstancias existe en el Colombiano promedio un pensamiento en común, aquel en el que el principal problema de nuestro País subyace precisamente en la Política y la forma en la que se toman las decisiones trascendentales de nuestra Nación.

No hay que ser mago, adivino o profeta para dilucidar cuales son los principales argumentos entre los que se mueve actualmente el debate político, por un lado tenemos el famoso argumento del “castro-chavismo” y las Farc que se presentan como una amenaza muy grave para la estabilidad (statu quo) de nuestro País, pero que hasta ahora ni los mismos detractores saben a ciencia cierta que es, incluso en ocasiones se comportan exactamente igual a lo que tanto desprestigian; muchos de quienes defienden estos argumentos presentan una fiereza pasional exacerbada y muy por encima de una agudeza político-analítica, por el otro lado tenemos a quienes creemos que es un deber apoyar y proteger el proceso de Paz, así como mejorar condiciones sociales para el progreso y la igualdad tales como el incremento en el salario de los trabajadores, la salud, la educación en fin; pero en muchas ocasiones existen pequeñas divergencias que no permiten ponernos fácilmente de acuerdo y terminemos consolidando un proyecto político común, en otras palabras carecemos de capacidad de cohesión a cambio de una mayor astucia política.

Lo que propongo humildemente desde mis escasos conocimientos, no tiene nada que ver con permanecer impávidos ante la alteridad, pero tampoco con atacar o defender partidos o candidatos políticos con nombre propio; no por ocultarlos sino porque muchas veces eso lleva a personalizar el debate y hacer que se pierda el verdadero sentido de la democracia, aquella donde las ideas son las que rigen el destino y en el que tan solo las personas las encarnan o no, así tal vez daríamos pie a generar una tercera vía, una donde quepan los unos y los otros, donde verdaderamente hagamos Nación.

Tengamos en cuenta que hay ideas muy fuertes, muy válidas; ideas en las que la gran mayoría estamos de acuerdo y que permiten quitarle el poder a “esos” que tan solo se preocupan por mantenerse en los cargos públicos con prebendas muy por encima a las del promedio de la población, y eso sí tomando decisiones que van en desmedro del interés general, en favor de ellos mismos o compañías multinacionales que solo nos ven con el signo peso en la frente.

Mi recomendación para este año 2018, un año crucial para el País es invitarlos a debatir en torno a ideas como “corrupción”, “desigualdad”, “Salud”, “Protección del Medio Ambiente”, contrastándolas para el caso de las elecciones presidenciales con los programas políticos de cada candidato, (ojo no con su discurso en redes sociales, sino con lo que está escrito en el papel como “programa de Gobierno” que a la larga es lo que realmente vale) con seguridad al hacerlo, serán las mismas personas las que abran los ojos y se convenzan que cambiar el País con el voto no es una utopía, al contrario es una realidad que no negamos a aceptar.

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