Néstor Ocampo
Hoy, 2 de agosto de 2023, sobrepasamos el límite ecológico de lo que podía consumir la población mundial de seres humanos este año. Me refiero a todo aquello que consumimos para hacer “nuestra vida”: espacio, agua, aire, suelo, energía y otras formas de vida que esclavizamos y sacrificamos para alimentarnos, obtener energía y recursos secundarios.
De hoy en adelante, hasta el 31 de diciembre, viviremos consumiendo lo que no tenemos, lo que la Naturaleza aún no ha producido como recursos renovables o lo poco que queda de otros recursos que se agotan, los no renovables. El asunto es dramático, desastroso si consideramos que, al ritmo con que agotamos esos recursos, necesitaríamos casi dos planetas para satisfacer nuestras “necesidades” este año (1,75 planetas Tierra). Pero nuestros gobernantes se llenan la boca hablando de “desarrollo sostenible”, expresión que no es más que un oxímoron, una mentira.
¿Y qué de las otras formas de vida que habitan el planeta, de las cuales depende nuestra existencia y que, a su vez, también dependen de los recursos que nosotros derrochamos?
No todas las personas son de igual manera responsables de este desastre. Uno es el caso de comunidades indígenas o agrarias, pequeñas, que no superan la capacidad de la Naturaleza en sus territorios para sostenerlas, y otro muy diferente las sociedades en países como Catar, Luxemburgo, Canadá, Emiratos Árabes y EE. UU. que superan en 5 y 6 veces esa capacidad natural.
Hoy es un día para pensar en lo que todo esto significa y para decidir actuar individual y colectivamente, porque es un asunto de conciencia y de política.