Un saludo a mi madre

12 junio 2023 3:16 am

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Lic. James Marulanda Quintero

 

Quiero dedicar este capítulo a la persona que con amor me trajo a este mundo…a la vez rendirle tributo de admiración por su valentía al superar con firmeza muchos momentos fatídicos de la muerte. Dios nos dio la satisfacción sublime de conservarla por mucho tiempo más entre nosotros, hasta que decidió llevársela para siempre.

Mujer campesina, educada con los valores rígidos impuestos de la época de comienzos del siglo XX, apegada a principios y dogmas difíciles de cambiar. Su carácter vertical, heredado de su madre hizo de ella una persona obstinada, dueña de ideas tradicionales que se quedaron con ella para siempre. Mi madre era difícil de convencer y sólo cabían en ella principios y valores, nadie se atrevió a contradecirla. Era así mismo prudente, respetuosa, de modales nobles distinguidos; amaba el orden y las buenas maneras. Detestaba la vulgaridad y no permitía el desaseo.  Guardaba con debido celo los secretos más recónditos que con devoción confesaban sus hijos y su esposo. La conmovía la desdicha ajena y era sensible, aunque quizá no lo demostraba abiertamente.

Abnegada esposa, sorteó dificultades, como la muerte de mi padre estando aún muy joven (tan solo 16 años), asesinado vilmente en lo que se llamó la “época de la violencia partidista”, por gente sin escrúpulos a quienes llamaban “bandoleros”

Mi padre, según comentarios de quienes lo conocieron, era un “jornalero” humilde y sencillo, que no tenía enemigos, y su único defecto era “chuparse unas polas” antes de regresar a la finca. Lo asesinaron un día de la “fiesta de la virgen del Carmen” cuando yo tenía sólo 20 meses  y él contaba con 24 años; estaba en la flor de la juventud. No alcanzó a disfrutar los avances tecnológicos que hoy nos brinda el mundo moderno, ni pudo ver los logros de sus hijos hoy realizados. No puedo dar una visión cercana de mi padre, pues a decir verdad no recuerdo absolutamente nada.

 Mi madre además, con gran dolor, no pudo sortear la falta que hace mi hermano José Gabriel, también ultimado con sevicia por sicarios…

Abro otro paréntesis aquí, para referirme al “mono “, destacando sus hermosas virtudes fraternales. Qué noble era mi hermano. Cuánto lo quise. Recuerdo que cuando chico lo llevaba de la mano a pasear por las calles bogotanas. Le gustaba que le tomaran fotos. Era risueño, divertido y demostraba amplia simpatía. Era de esas personas buenas que se ganan el aprecio de la gente. Fue amoroso con mis hijos. Cuando llegaba de visita a la casa paterna, se los llevaba a darle la “vueltica “en el Mazda negro, el mismo que sirvió de escenario para su muerte. Nunca lo vi embriagado ni era insolente con sus padres. Se tomaba la vida tranquilamente y su única afición era dedicarle amplio espacio a su carro. Profesó un inmenso apego por aquel automóvil, que se convirtió a la postre en la causa de su muerte, pues al parecer querían robárselo y él trató de oponerse a esta acción delictiva, que terminó fatalmente…son muchos los recuerdos, no habría sitio suficiente para enmarcar todo cuanto representó para nosotros en condición de hermano, de hijo, de tío.   Pasarán los días, pasarán los años, y el recuerdo de José Gabriel permanecerá intacto  

Retomo las virtudes de mi madre para decir de nuevo que su fortaleza y su visión de vida fue modelo digno de imitar. Heredó además el amor por los animales, pues aún recuerdo aquella parcela en Fusagasugá donde llegó a tener cualquier cantidad de gallinas, piscos, patos, conejos, el perrito Johny y otros que hoy no recuerdo, pero sí el entorno de aquel pintoresco lugar. Recuerdo cantaba a todo pulmón en compañía de alguna amiga tan joven y bonita como ella, las canciones propias de aquellos tiempos cuando se imponían los ritmos ecuatorianos y los exponentes eran Olimpo Cárdenas y Julio Jaramillo en el andén de la humilde casa en medio de un calor abrazador. Allí se ubicaban alegremente y no importaba el transcurrir de las horas.

Fueron momentos vividos en medio de dificultades económicas, cuando el dinero escaseaba y apenas sobrevivíamos esperando mejores vientos que tardaron demasiado en llegar. Estas estampas llegan a mí raudamente y así mismo las dejo ir. Después nacieron mis hermanos; mi madre con abnegación, con entereza y entrega absoluta hizo de ellos mujeres y hombres de bien…

Hoy deseo fervientemente estar con ella; se nos fue como el agua entre los dedos, una mañana decembrina ante el estupor y la rabia que causa el despedir una madre cuando no había nada que hacer y la ciencia médica agotaba sus recursos dando partes de optimismo.

 El señor en su infinita bondad hizo maravillas al regalarnos una madre tan especial, compartir con “toiticos” su sonrisa, su bondad, su inmensa satisfacción cuando se sentía rodeada por nosotros para expresarle nuestro respeto y cariño.

Habrá mucho más espacio para ir contando más y más cosas de esta “petacona” que partió hacia el infinito con la frente en alto, dándole su parte de victoria al altísimo porque su tarea como madre la cumplió ejemplarmente y nos demostró que era toda una guerrera…Te quiero madre mía y ojalá nos sigas acompañando desde el cielo.

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