Por Felipe Andrés Martínez Vera
Para la mayoría de nosotros el concepto de bio-diversidad se limita a la riqueza de especies, es decir al número de especies diferentes que podemos encontrar en el planeta o un lugar determinado. Sin embargo, esta forma de entender la diversidad biológica desconoce la diversidad genética y la diversidad de ecosistemas. Tan importante como conservar todas las especies es conservar la heterogeneidad en las estructuras complejas que generan estas especies al agruparse -diversidad de ecosistemas- y la heterogeneidad al interior de la población de una determinada especie -diversidad genética-.
Para entender la diversidad genética basta con observar detenidamente los miembros de su familia, en ellos encontrará diferentes estaturas, colores de ojos y formas de la cara, entre otras características, que reflejan los diferentes genes que cada uno lleva en su ADN. Tener una base genética amplia le permite una especie adaptarse a distintos sitios y tener mayor probabilidad de sobrevivir a presiones como enfermedades o cambios del ambiente.
Para hacerse consciente de la diversidad de ecosistemas basta con mantenerse despierto y observar por la ventana en un viaje entre Filandia y La Paila, en los límites del Quindío con el Valle. Pasamos de un Bosque Altoandino al inicio del recorrido (que además es bastante húmedo) a un bosque seco al llegar al Valle del Cauca.
A pesar de que en las últimas décadas se ha incrementado el conocimiento sobre la biodiversidad y se han generado políticas públicas para su gestión y conservación, los logros reales son pocos y la pérdida de diversidad biológica sigue dándose de forma acelerada. Pero este no es la única forma de diversidad que está en riesgo, el reconocimiento y respeto por la diversidad política, sexual, de género, religiosa, étnica y cultural son más precarios aún.
La situación de las personas con orientación sexual diversa es bastante compleja, constantemente son objeto de discriminación tanto por la sociedad como por las instituciones. Muchas personas aún considerar la homosexualidad como una enfermedad, y no como una expresión de la bio-diversidad. Los indígenas y los negros aún son considerados por muchos y tratados por amplios sectores de la sociedad como seres inferiores. Aún persiste en muchos colombianos la idea de los salvajes o seres no civilizados.
En lo político la fuerte polarización que vive el país hace que quienes comparten las ideas de derecha excluyan y señalen de mamertos y guerrilleros a quienes militan en la izquierda, y estos últimos discriminen y tilden de paramilitares a los primeros. El país está inmerso en esta misma dinámica desde la década de los 50s, cuanto se mataban entre godos y cachiporros. Solo han cambiado los nombres de los bandos.
Un país al que como le cuesta reconocer y valorar la diversidad, y ve en ella un motivo de confrontación y no una base a construcción de futuro no puede tener un desarrollo sostenible. De ahí la importancia de construir una visión de país en la que se respeten y valoren todas las formas de vida, de pensar, de sentir y de actuar.
