La sanción social que tanto hubiese extasiado a los estudiosos de la conducta criminal como Lombroso o Beccaria, viene siendo una realidad construida sobre la base de las redes sociales. Esto porque nadie escapa del ojo omnipresente del Internet que nos ha convertido indirectamente en jurados de conciencia de los sucesos del día a día. Esa sanción social es la forma como reaccionamos colectivamente ante determinados hechos o conductas negativas.
Ahora son tendencia las imágenes de Musa arrepentido con su familia, de Gina Parody acosada en New York por un ciudadano colombiano que con Smartphone en mano le reclamaba que se presentara a la justicia o, la impensada escena del Magistrado Ricaurte reseñado para entrar a un centro penitenciario.
Pero no solo hablamos de la corruptela, sino también de los casos que estremecen la fibra como el de la niña Samboni que nos mostró el rostro de su verdugo en muy pocas horas, hasta los hurtos y otros delitos que quedan registrados en cámaras de video y que luego se van directo a youtube para el deleite de los internautas.
Apenas se empieza a decantar una nueva ética, la de la red social. Hay un nuevo poder que está en manos de todos, con derecho a réplica o al veto inmediato que con solo responder o bloquear ya está ejercido. Para los que no escriben y prefieren ser más gráficos, también están colmados de opciones para subir fotografías, memes, videos e incluso de grabarlos también, como forma de expresión y de opinión.
Cada vez la noción de intimidad tendrá un rango más precario y siendo personajes públicos o no, la sensación de exposición es total y en cualquier segundo se viraliza un momento captado en el instante justo.
No se trata de estar o no de acuerdo con la exposición frente a la comunicación en redes, es de facto por que uno puede aparecer en cualquiera de ellas sin pedirlo, sin saberlo y sin ni siquiera haber tocado un celular o un computador.
Es muy claro que lo bueno y lo malo de la exposición en la red se conjugan, hay cientos de argumentos para establecer lo negativo de que la gente exprese su opinión, que en la mayoría de los casos es desinformada en sí misma pero, eso no puede llevarnos a la censura y si a formular postulados de responsabilidad para los administradores de medios digitales.
Por ahora me quedo con la utilidad de la sanción social, las conductas criminales tienen un capitulo a parte a partir del ojo de los internautas y que de alguna manera es un disuasivo para quienes “ejercen” el crimen. Y es que no se trata del simple “que dirán”, la “boleteada” o el chisme de costurero, se trata realmente de una penalización porque deja un antecedente para el que basta hacer click en el buscador.
Resulta imposible no darse cuenta de lo que pasa en el mundo, en Colombia o en nuestras ciudades, porque estamos tan ligados a nuestros celulares y computadores, que somos una extensión de esas terminales; posteamos, opinamos, retuiteamos, compartimos y un largo listado de opciones y es que, con solo dar like expresamos sobre algo.
Por eso cuando protagonice una caída, una pelea con la novia en el ascensor de su edificio, una borrachera después de un partido de la selección Colombia o adjudique un contrato sin el lleno de los requisitos legales, procure su perfil más fotogénico y ponga su mejor sonrisa porque seguramente está a segundos de estar en Internet.