A muchas personas les escucho decir por esta época que no habían asistido a elecciones presidenciales tan “bravas” como estas, en clara alusión de las puyas, contrapunteos, polarización, publicidad negra o lo que quiera que haya logrado poner hasta a los mejores amigos orillas opuestas. Hoy la arena política son redes sociales que se prestan para decir de todo y logran permear nuestra intimidad.
Sin embargo, hablan de bravura electoral tan apasionadamente y es porque con seguridad, no han profundizado en nuestra historia cuando por el año 1948 y hasta bien entrados los 60s, era “tendencia” darse machete y quemar casas era “viral” entre otras atrocidades, con tal de defender el trapo rojo y el trapo azul, cuando los “influencers” eran llamados chulavitas, pájaros, bandoleros y demás epítetos, que aún resuenan como cadenas que arrastran los fantasmas víctimas de su barbarie.
Esas si eran elecciones bravas pero el mundo cambia (en ocasiones para bien y en otras para mal) y hoy lo que tenemos es una descomunal tribuna de redes sociales donde opinamos, sin atenernos a responsabilidad alguna. La cosa es que hay una generación definida y poderosa por su interacción global en la red y que son los millennials, tozudos, impetuosos, indignados por naturaleza, empecinados radicalmente con causas liberales, lo que me parece admirable pero con la debilidad de ser sensibles extremos a cualquier opinión contraria a la suya.
No obstante, hay otra generación en la que se incluye este servidor y que está de 40 años en adelante y que supuestamente maduros y controlados, por efecto de participar en redes nos hemos convertido en nuevos sensibles, los cuchimillennials.
Los cuchimillennials tienen amigos y vida por fuera de las redes sociales pero de cuerpo presente, soportan estoicamente la crítica y con amabilidad argumentan en las reuniones, pero al escribir en los chat o publicar en redes, tienen otro yo que básicamente es un adolecente chicanero porque no tiene que pedir el carro del papá y al que nada se le puede controvertir. No se dejen timar, son hombres y mujeres que nunca admitirán ser cuchimillennials y que negarán hasta el cadalso estar molestos por algún encontrón en la red.
En redes se identifican fácilmente porque no suben fotos con efectos de perrito y nunca, pondrán una doble “ii” a su nombre, publican con el nombre propio y son cuidadosos en la ortografía, porque no aguantan la vergüenza de que les señalen un gazapo idiomático.
Navegar entre cuchimillennials es el nuevo reto global, pues hay desde altos ejecutivos, pasando por presidentes, docentes, pensionados, pensadores y no hay clases sociales porque después de los 40 uno no le bota mente a esas bobadas.
Sea condescendiente con los cuchimillennials, cédales el paso o ayúdelos a cruzar a salvo por las autopistas de la información -que es donde son más evidentes-, y no pierda el tiempo tratando de identificarlos en la calle o el supermercado porque se ven como gente normal pero están entre nosotros.