Por Mario Sánchez
A propósito de la revisión del POT que se avecina para la ciudad de Armenia, surge de nuevo la pregunta respecto del modelo de ocupación que nos conviene tener. Como siempre lo reitero, la ciudad consiste en un espacio físico donde confluyen varios intereses y corresponde a la autoridad municipal establecer reglas de juego, que le permita a estos intereses – al parecer distintos entre sí- desarrollarse dentro del marco de la conveniencia general de la ciudad.
El crecimiento urbano es una circunstancia inevitable, sin embargo, no es tan perturbador como el hecho que lo haga de manera desorganizada surgiendo la cuestión de sí la ciudad ha de ser compacta o dispersa.
La dispersión siempre está ligada al interés (legítimo) de los propietarios del suelo que esperan valorizar sus propiedades sin construir, también a la necesidad por fenómenos de aumento demográfico como el caso de olas migratorias o boom económico; por la calidad de vida de la región, en fin un crecimiento inesperado establece una puja para sumar suelos construibles a las ciudades.
La compactación surge en cambio, de un propósito de responsabilidad frente al desarrollo sostenible y de recuperar el orden y control del uso de suelo. Pero además la compactación evita que zonas con accesos de servicios como lotes de engorde o predios públicos, sean invadidos para la creación se asentamientos subnormales.
Un ejemplo en Armenia es el precario sistema de alcantarillado, donde la ciudad creció dispersa (en especial hacia el norte), sin generarse la red de colectores suficientes para las aguas servidas.
Pero no siempre el modelo disperso o también llamado difuso es malo per se, algunas ciudades lo han acogido con un enfoque funcionalista esto quiere decir, que han segmentado la ciudad en algunas actividades en las que se pueden determinar zonas industriales, de prestación de servicios de salud, para la práctica de actividad deportiva, para la industria, las bancarias o zonas universitarias etcétera; modelo para algunas ciudades que por su condición tienden a ser mega urbes con alta demografía.
Por el contrario el modelo compacto tiende a favorecer el uso responsable de los recursos con mínimas emisiones de contaminantes, puesto que los desplazamientos son mucho más cortos así que cada uno de estos modelos, tiene incidencia a su vez en los sistemas de transporte y movilidad de las ciudades.
Lo cierto es que no hay ciudades que tengan modelos de ocupación como los mencionados en un sentido puro y es menester de los planificadores urbanos empezar a generar un modelo propio, por lo menos teniendo en consideración si es necesario compactar o dispersar.
Por ejemplo desde el año 1942 a partir de la carta de Atenas se establecieron algunos principios de planificación urbana, uno de ellos era evitar que sobre las vías de comunicación importante se realizarán grandes proyectos de vivienda porque eso contribuye a generar atascamiento de la movilidad (más en una época como la nuestra donde todo el mundo tiene un vehículo), sin embargo nunca aplicamos las reglas y por el contrario esas zonas son las más codiciadas para ocuparse para la vivienda.
Armenia aún tiene espacios disponibles para construir sin necesidad de dispersar la ciudad y se requieren algunos planes de renovación urbana (parciales) en lugares específicos que servirían también para recuperar zonas afectadas por el abandono o por condiciones sociales precarias.
Personalmente creo que Armenia aún puede ser más compacta y zonas como el Barrio Granada, el Sector del San José, el Santander y otros pueden ser zonas beneficiadas con planes parciales para su renovación, a partir de beneficios constructivos.
Por supuesto que la revisión del POT debe ser participativa, sin embargo es una opinión experta la que debe definir los bloques grandes o pilares de la discusión, como el caso que expongo sucintamente, es decir, la elección del modelo de ocupación.