En un país como Colombia que necesita grandes transformaciones, la gente no vota, tenemos más de un 60% de abstencionismo que debe disminuir sustancialmente si queremos que se den los cambios. No existe otro camino diferente al de la política para transformar esta sociedad y si no participamos, se la ponemos fácil a los mismos corruptos de siempre que han condenado a la pobreza a nuestro país y departamento.
Se necesita una reconfiguración de la estructura de poder que ha sido heredada entre las mismas familias por varias generaciones sin mayores resultados para el país ni para nuestras regiones, ya no los queremos orquestando los hilos del poder.
Urgen cambios como el acceso a educación de calidad para toda la población, la creación de políticas públicas que incentiven la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación. Que sea la academia, la articuladora de los grandes procesos de progreso.
Desafíos como el posconflicto que involucra a seguidores y detractores, requieren de un liderazgo efectivo y eficaz. También, la búsqueda de alternativas para superar la crisis económica y alivianar las cargas tributarias para los colombianos del común, entre muchos otros retos. No hay solución a nada sino se cambia desde nuestra participación en política.
Pero contrario a lo que se necesita, cada día más colombianos que quieren y necesitan vivir una sociedad diferente y con más oportunidades para todos, se marginan de votar en las diferentes elecciones. ¿Con qué autoridad van a exigir de sus gobernantes si no participan de los procesos electorales? Si la excusa para no hacerlo es que las elecciones se las roban, sepan que los adelantos tecnológicos han sido un punto positivo para la transparencia y representan casi un jaque mate al fraude electoral.
Hice un sondeo en mis redes sociales preguntando las razones por las que la gente ya casi no vota, y todas las respuestas apuntan a la desconfianza en los políticos, en el proceso político y la ignorancia de la importancia de la política. “No ven en sus vidas beneficios, ni en mejoramiento de su calidad de vida, ni en inversiones, y ven al gobierno como un negocio de unos cuantos”, fue la primera respuesta, y es verdad, siempre quedamos en las mismas, el pueblo con más dificultades económicas y los ricos del país, más ricos.
Me explican también: “Desconfianza, decepción, desesperanza aprendida, cuando creen haber votado por uno bueno y los decepciona” Es decir, ya estamos cansados de caer en la trampa de “vivir de ilusiones”.
Otra de mis amigas participante, me responde: “Porque el burro vota berraco y porque el que piensa es perezoso”, nada más cierto que el despropósito que significa votar alentado por las emociones infundadas por el ego de los mesías de turno y el grave daño que le hace a la democracia el que no se levanta a votar el día de elecciones por pereza.
No querer untarse de la misma podredumbre es otra de las excusas. “Porque se asocia la política con los corruptos, considerando que el votar los hace partícipes de la rapiña de la corrupción, creo”. Termino nombrando esta razón: “Porque dicen ser apolíticos, y tal cosa no existe. No se trata de no creer y por eso no votar, se trata que al no votar, estamos permitiendo estar peor representados”.
La decisión social más inteligente que usted puede tomar para transformar su futuro, es votar a conciencia pensando en “el bien común”, no sólo en el bien personal o en el de unos pocos.
Concluyo esta corta reflexión con esta frase del dramaturgo alemán, Bertolt Bretch, que aunque cruda, merece ser leída en este tiempo: “El analfabeto político es tan burro que se enorgullece e hincha el pecho diciendo que odia la política. No sabe el muy imbécil, que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, el asaltante y el peor de los bandidos que es el político corrupto y el lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”. Usted ya sabe qué hacer.
Twitter @MoralexPablo