¿Qué le pasa a los partidos Políticos en Colombia?

31 enero 2019 3:54 am

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La razón de ser de los partidos políticos en Colombia se desvirtuó. En la actualidad éstos carecen de sentido, y adolecen, en la práctica, de justificación dogmática. Al hacer referencia a ellos, pareciese que se hablara de un requisito jurídico o de una estrategia para aspirar a cargos públicos. El significado tradicional de partidos políticos se perdió.

En efecto, para que éstos gocen de personería jurídica deben cumplir a plenitud las exigencias legales establecidas, entre las cuales se encuentra la existencia de unos estatutos con su respectivo programa, el cual marca su tendencia, su espíritu en el escenario político.

Empero, las líneas contenidas en dichos documentos son principios de papel, porque la realidad revela dinámicas diferentes, dinámicas que están en función de diversos intereses. En esencia, los partidos políticos existen para promover la participación ciudadana y que los votantes se identifiquen con la agenda que les parezca más conveniente en cara a los destinos del país. ¿Pero es lo anterior lo que caracteriza en la actualidad a los partidos y movimientos políticos en Colombia?

Una respuesta sincera sería, no. Esto a razón del uso y la manipulación a la que se exponen a diario. Si bien existe un régimen de bancadas, el protagonismo de los partidos y movimientos políticos entra en acción cuando es época de elecciones, y justo allí se hace evidente que éstos son solo el vehículo de personalismos en busca de poder.

Esto no es en absoluto una novedad, es una realidad que se veía venir, porque a pesar del daño que causó el (virtual) bipartidismo en el siglo pasado, el multipartidismo, facultado por la Constitución Política de 1991 y ratificado en las elecciones presidenciales del año 2006, no fue precisamente el remedio, fue más bien el ingrediente que dio cabida al surgimiento de otros males.

Si se busca, en la práctica, la causa de lucha de cada partido y movimiento político, lo que se tendrá será una gran decepción. Es que no hay causa alguna, al contrario lo que uno se encuentra es con una cantidad de slogans alentadores y bonitos, que aparentemente resumen la visión del partido, pero que no muy en el fondo resulta ser la estrategia de opinión pública que mejor le cuadra al candidato o a los caudillos de la colectividad según su segmentación de electorado.

Por lo tanto, expresar con confianza que se es adherente a un partido político por su estricta agenda que promueve el liberalismo económico, o que se es adherente a otro porque promueve los valores políticos tradicionales, sería una razón hipócrita para justificarlo.

Los políticos del país han acostumbrado al elector a votar por el ‘doctor’ porque es el que le ayuda, o porque el candidato maneja una extraordinaria estrategia de marketing que convence contundentemente al sufragante. ¿Conoce usted los estatutos del Partido Político que apoya al candidato por el que voto en las últimas elecciones? ¿Conoció, así fuera de manera superficial el plan de gobierno del candidato a la alcaldía? Estoy segura que la respuesta a ambas preguntas confirma algunas de mis líneas.

Está claro que en las elecciones regionales y locales que tendrán lugar este año, así como en la anteriores, el papel de los partidos políticos en el escenario nacional sufrirán un reajuste de hegemonía, algunos se debilitarán, otros se fortalecerán, pero el hilo conductor de todo será la ratificación de su uso, por parte de ciertos individuos como medio de llegar al poder. Ahí es cuando el lector podrá vislumbrar las alianzas y deserciones del candidato en función de sus propios intereses políticos.

 

 

 

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