Hacia dónde vamos

5 febrero 2019 5:20 am

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El orden global está en tránsito, apenas está iniciando -desde hace algunos años- y se le dificulta disimular los síntomas. Si bien no se puede predecir cuál será el orden alternativo al de ahora, algo sí se puede asegurar, este cambiará y la hegemonía mundial hará su respectivo traslado.

No existe causa univoca a la que se le pueda adjudicar la responsabilidad de este movimiento de fuerzas, como tampoco habrá una consecuencia exclusiva. El mundo del siglo XXI será testigo de fenómenos mundiales subyacentes en diferentes dinámicas, serán transformaciones paulatinas, se notarán lentamente, pero marcarán el inicio de una nueva era.

El siglo XX fue el siglo de las guerras y las posguerras, a partir de cada evento, marcado por su respectiva magnitud, se reacomodaba el orden mundial. En 2018 se conmemoró el centenario de la terminación de la Primera Guerra Mundial, y pese a ese gran espacio de tiempo los Estados sienten sus efectos, no solo los políticos, porque el mundo se reinventó, le surgieron nuevas necesidades y nuevos desafíos en todos los aspectos imaginados.

A pesar del universo de posibilidades, hay tres dinámicas que son tendencia para vislumbrar lo que se viene. En primer lugar, el arribo de una nueva geopolítica, esa que se está gestando con el reclamo de la supremacía de unos Estados y la lucha de otros por mantenerla; en segundo lugar, el deterioro del relato liberal y el vacío en su suplencia; y por último, los desafíos que suponen los avances tecnológicos de la mano de la Inteligencia Artificial.

Diferentes acuerdos nucleares, comerciales, políticos, pactos de cooperación económica, etc., han servido de contención para mantener la supuesta estabilidad actual, la misma que ha permitido que las realidades sean las que se conocen hoy en día. Sin embargo, parece ser que estas instituciones están agrietadas y no resistirán la presión a la que fueron sometidos desde un principio.

Y de la mano de la decadencia de dichas instituciones otros Estados reclaman protagonismo. Los acuerdos de Bretton Woods parecen estar agonizando, a largo plazo, claro está. Lo que resultará de esto son unos Estados Unidos cediendo paso al camino que potencias como Rusia y China se están abriendo, y la consecuencia lógica reposará en el reacomodo del orden geopolítico y geoeconómico actual. Reitero, la decadencia de los acuerdos no son ni causa ni consecuencia única, pero es uno de los implicados.

Otro síntoma parece ser el hecho de que los principios del liberalismo se quedaron anquilosados en el tiempo y no dan para más, el problema radica en que aún no existe su remplazo, pero no es un asunto para preocuparse, porque la doctrina es una necesidad social y un condicionante del poder, por lo tanto su surgimiento es natural en los Estados. Si el relato liberal expira, la óptica del mundo será totalmente diferente.

Como si fuera poco, la tecnología ha sido un elemento útil en cada aspecto de la solidez global, pero a su vez es el componente más riesgoso para ésta. Cada vez es más novedosa y esa novedad acompañada de la libertad de acceso la convierte en el caldo de cultivo para que cualquier individuo o cualquier colectividad puedan poner en entredicho hasta la existencia misma de la humanidad.

Esto es, a groso modo, tres aspectos fundamentales que no se pueden salir del radar de análisis para comprender el mundo, para vivir de acuerdo a las reglas de la globalización y las influencias estatales.

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