Celebra siempre: celebra la vida y celebra la muerte; con ambas serás siempre un ganador: mientras apuraba la cicuta, Sócrates decía. que nadie me prive de este honor, pues para merecerlo he vivido. Celebra la tristeza: sin ella la alegría no sería tal; el día tendrá un sol, mientras haya en tus noches una luna llena. Celebra la virtud y ten presente que, para alcanzarla, habrás debido celebrar los siete pecados capitales. Siempre me asombró el cuento de “Blancanieves y los siete enanitos” de los hermanos Grimm; un día descubrí (o simplemente imaginé) que ella simboliza la virtud, mientras que ellos representan los siete pecados capitales; gracias a ellos, Blancanieves sobrevive al ataque de la malvada reina que, disfrazada de anciana venerable, le regala una manzana envenenada. Celebra los problemas y conviértelos en oportunidades, según el sabio consejo de los indios náhuatl. Si no lo haces tú, lo harán otros: durante el terremoto del 99, muchos que llegaron de otros lados obtuvieron vivienda gratis, mientras que los lugareños la perdieron huyendo de la adversidad y el dolor. Celebra el verano, tanto como el invierno. Al fin y al cabo, no los puedes cambiar. Y no hagas como los necios que se quejan cuando llueve, y se quejan cuando llega el verano. Celebra el triunfo y la derrota; ambas son caras de la misma moneda: después de vivir la adversidad, disfrutarás la gloria de la buena fortuna. Si amas el fútbol, celebra el partido, no el resultado. Si amas la bebida, gózala mientras puedas; un día tendrás lo que mereces, porque “mi Dios se acuerda siempre de sus borrachitos”. Si te gusta el cigarro, fúmatelo con ganas, disfruta hasta el último aliento el placer que te produce; no te dejes sobornar por la amargura de los que piensan que te va a matar; lo que te mata es el miedo. Un día me dijo una señora como de mi edad: “doctor, no fume, mire que a mi mamá la mató el cigarrillo hace tres meses”. La miré con sorna y le pregunté ¿Qué edad tenía cuando murió? “ochenta y siete”, me dijo. “Señora, – le repliqué – a su mamá no la mató el cigarrillo, sino la vejez; y a nosotros dos también nos matará, porque ya cruzamos la raya”. Al último que quiso meterse con mi hábito de fumador le dije: “sabe usted que mi tía Eloísa tiene noventa y tantos años? – ¿Sin fumar?, me ripostó. “¡No! ¡sin meterse en la vida de los demás!” ¿Que si el sexo? ¡Disfrútalo! Con o sin tu mujer (o marido). Está comprobado que la abstinencia produce locura mística. Celebra cada día de tu vida, pues con tanto loco manejando el futuro de la humanidad, cada día que pasa es un milagro. Escucha a tu corazón antes que a tu cabeza; San Agustín decía: “ama, y después haz lo que quieras”, y los poetas repican: “El corazón tiene razones que la razón no entiende” (frase atribuida al filósofo Blaise Pascal). Ama a tu mujer como si no hubiera otra en el mundo. Pero si te deja, ama a todas las demás, como si la primera no hubiera existido. Y celebra, siempre celebra. No hagas como yo, que siempre me mata la tusa, y nunca he aprendido a celebrar mi libertad. ¡Feliz navidad!