EL TRAPO ROJO Y SU CONNOTACIÓN

30 abril 2020 9:49 pm
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Rogelio Guevara Villamil

Ante la proliferación de trapos rojos en los sectores más pobres (perdón por no decir vulnerables) de las ciudades colombianas clamando por ayudas en medio de esta crisis originada por la pandemia del covid 19, recordé que en el pueblo donde nací y viví hasta mi adolescencia (Tocaima Cundinamarca), en las partes donde vendían carne – sin ser necesariamente sector comercial- ponían (no colocaban) en la puerta un trapo rojo. Ahora, este mismo pedazo de tela tiene una connotación muy diferente como distinta fue también cuando se agitó el trapo rojo con tanta vehemencia en manos del pollo López.

Otro distintivo era el blanco como señal inequívoca de que ahí vendían leche; donde flameaba la banderita blanca iba la gente con su canequita a comprar la del consumo diario ante la carencia de nevera. Pero al igual que el color anterior, éste, en otro contexto, lo encontramos cumpliendo una noble misión: PAZ. Esa palabra que tanto detestan los que comercian con la guerra, esa que tantas persecuciones y zancadillas ha sufrido a pesar de que es el clamor de un país que ha padecido este flagelo por más de cinco décadas.

También había algo que evidenciaba una tradición (que se resiste a desaparecer) de esos pueblos de clima cálido en Cundinamarca y el Tolima grande, era el pedazo de hoja de plátano. Se sabía con certeza que donde pendía el verde de los platanales en pequeña fracción los fines de semana, vendían tamales

En ninguno de los casos anteriores se necesitaban las letras; el color era suficiente como mensaje para llegar al consumidor; no se precisaba de propaganda alguna. El lenguaje de los colores tiene tanta fuerza como el que utiliza las letras para comunicar; y no solamente los colores y las letras comunican, hay muchas formas de comunicación.

Sin penetrar muy hondo en ella voy a decir que de todo esto se encarga la semiótica, de la que fue un investigador, exponente y maestro Umberto Eco. Mediante esta ciencia una sociedad crea sus propios códigos culturales para llegar a entender la realidad a través de los signos.

Y ejemplos no faltan: los ornamentos que usa el sacerdote para las celebraciones litúrgicas tiene cada uno un significado. Las flores, según el color. Olvidé decir arriba cuando mencioné el blanco que también significa pureza. El negro, tristeza, luto. ¿Quién de ustedes no ha recibido alguna vez una mirada de esas que lo tiran al piso? Pero también hay otras que reconfortan y llenan de ilusión, (“por una mirada un mundo, por una sonrisa un cielo…”, Bécquer) esas que vienen acompañadas de una sonrisa, pueden ser de la misma persona, pero en momentos distintos y en cada uno el mensaje es diferentes; el niño antes de la escolaridad ya lee porque decodifica imágenes publicitarias que ve frecuentemente en medios audiovisuales.

Hay por ahí una expresión que no sé quién la acuñó para darle el crédito, pero viene al caso:

“Una imagen vale más que mil palabras”

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