Por Rogelio Guevara Villamil
Desde la creación la, humanidad ha devenido en períodos de esplendor, grandeza y júbilo y en otros de decadencia y deterioro. Se tomó como base el principio del bien y del mal y se establecieron patrones de comportamiento que rigen o marcan la actitud de quienes integran una sociedad que de manera (¿ inconsciente?) es sometida y manejada por los grandes capitales. Se inventaron partidos políticos para poder tener una forma más sutil de dominar las masas enfrentándolas en otro artificio: las elecciones.
En tiempo reciente se han presentado casos insólitos en lo que tiene que ver con la elección de jefes de Estado. Por ejemplo, el país más poderoso, la potencia, el imperio gringo eligió según los entendidos al más inepto de los presidentes que haya tenido el país del norte; miren el manejo que le ha dado a la pandemia, esa displicencia con la que ha asumido esa crisis demuestra lo poco que le importa el pueblo que lo eligió. La arrogancia que demuestra a cada paso le da un tinte de racismo inocultable que quedó evidenciado a raíz del asesinato de un ( voy a utilizar la palabra correcta, adecuada sin eufemismos, en ningún momento se piense que lo hago en forma despectiva, además porque a los negros les gusta que los llamen así; me lo ha dicho mi amigo Edilberto Montenegro Manyoma, un negro elegante con el que compartí aula en la Universidad del Quindío) negro cometido por un policía.
En El Brasil sucedió algo similar con un presidente a quien no le duelen los muertos de su país. “Es el destino de todos” fue lo que dijo con una indiferencia que raya en el descaro.
Pero si en EE UU llueve por aquí no escampa; hace poco más de una semana en Puerto Tejada departamento del Cauca, un joven negro murió a causa de los bolillazos que le propinó un policía, pero e ahí la diferencia: mientras en las principales capitales del mundo siguen las multitudinarias marchas protestando por el crimen de George Floyd y exigiendo la reivindicación de los derechos de los negros, aquí, en Colombia, en el país del sagrado corazón de Jesús, perdón ahora como que es de la virgen de Chiquinquirá, nadie ha dicho esta boca es mía y lo más seguro es que esta muerte vaya rumbo a la impunidad.
El año pasado en una calle de Bogotá cuando participaba en una manifestación perdió la vida Dylan, un joven estudiante que según los testigos marchaba en forma pacífica y fue impactado por un disparo de un agente del esmad. La directora del instituto de medicina legal fue destituida por el fiscal Francisco Barbosa dicen algunos porque en el informe que emitió decía que la muerte correspondía al tipo “violenta-asesinato”.
Pero no todo puede ser malo en la policía nacional; esta semana un miembro de esa institución que fue enviado junto con otros a realizar un proceso de desalojo a unas familias muy pobres, se rebeló y conmovido ante la situación se negó a participar en ese operativo; entregó su arma de dotación, su radio y dijo que hicieran con él lo que quisieran. Queda en evidencia que los policías tienen su parte humana aunque haya algunos que como en el fútbol empleen “fuerza desmedida”. No se sabe todavía que va a pasar con este patrullero, pero sería bueno que la institución recogiera este episodio para demostrarle al país que ellos también tienen su corazoncito.