Propaganda militar

21 octubre 2017 1:06 am

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Nadie se puede entusiasmar por lo que nunca ha oído nombrar. Los sucesos toman relieve cuando se los menciona una vez y otra vez y así ininterrumpidamente. Las actuaciones de los guerrilleros no tendrían las mismas repercusiones en la masa, si la prensa, la radio y la televisión no se ocupara de ellos con tanto sensacionalismo. El humanicidio más feroz, puede ser informado a ocho columnas con la foto del jefe cuadrillero o se puede comunicar discretamente, sin ánimo de truculencia, a una columna, en una página interior. El resultado en la mente de quien lee desprevenido será muy distinto.

La prensa, la radio y la televisión constituyen indudablemente una presencia viva, múltiple, invasora, que se extiende más allá de las previsiones humanas. Las ondas hertzianas o las hojas aún húmedas de tinta, impresionan poderosamente al hombre que oye o lee ansiosamente.

¿Qué fortaleza iguala en poder real, eficacia, extensión y rapidez a la prensa y la radio?

Cuando la prensa y la radio trabajan incansablemente con los nombres, fotografías y actividades de los guerrilleros, las gentes caen en el hábito de oír hablar de ellos y de ver sus fotos. Se forma entonces un automatismo inconsciente que anula las repugnantes críticas individuales. Y cuando este proceso psicológico se produce en mentes jóvenes con proclividad al crimen, el desastre se precipita. La vanidad aguijoneada con tan eficaces estímulos, los lleva a realizar iguales delitos para salir de la insignificancia en que viven o vegetan. La fama del bandolero que domina como un emperador en su pueblo lo sugestiona fuertemente.

Esto es apenas natural en regiones de verdadera saturación criminal y con periódicos que presentan las informaciones y los artículos con ánimo de sugestionar e impresionar. A los jefes de cuadrillas le atribuyen las informaciones un valor desacostumbrado. La figura aparece publicada ante millares de niños y campesinos ansiosos e ignorantes. La presentación del material sobre la violencia siempre es sugerente, turbador y parece que el espíritu siente más calma y quietud en ceder, que en resistir, y acaba por persuadirse de que cuando tanto se pregona y se afirma será porque es algo extraordinario.

El pueblo siempre acomoda su conducta a las costumbres dominantes en ciertos medios sociales. La influencia ambiental es incapaz de repelerla individualmente, el campesino por medio del discernimiento, el análisis y la crítica. Entonces opta por la línea de menor resistencia que es la imitación.

El pueblo es iluso y vive fuera de la realidad. No sujeta sus actos estrictamente a lo moral, lo legal o lo científico. Cuando enferma no va donde el médico del pueblo sino donde el curandero. El doctor Asuad dice: “La mentalidad de nuestro campesino, como la mentalidad de todos los primitivos, es mágica: pendiente a su cuello encontramos al lado del escapulario y la medalla, el talismán y el pentáculo; la uña de la gran bestia, la pata de conejo, el sartal de Achiras y lágrimas de San Pedro”.

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