Pocos escritores como Daniel Samper Pizano. Su temperamento intrépido lo lleva siempre a trabajar temas “TABU”, asuntos que conducen a la “IRREVERENCIA” y hasta el escándalo. Tiene perfil de espandachín. Vive de acuerdo con el desacuerdo y en desacuerdo con el acuerdo. Es dialéctico, su cultura no tiene orillas y su fogosidad asusta. El historiador como el periodista, en principio tiene que respetar los hechos, los acontecimientos, pero la interpretación es libre. Los juicios de valor por audaces que sean, hay que tolerarlos. La academia es antidogmática, pluralista y controversial. En alguno de mis libros, refiriéndome a numerosos historiadores afirmo: Ni Dios tiene el poder de un historiador, pues Dios no puede cambiar la historia, y un historiador si… historia no es necesariamente lo que ocurrió, sino lo que se escribió… muchas de las grandes figuras de la humanidad se hubieran acogido a la insólita exigencia que le hizo el biógrafo Traubel a Walt Whitman: “Un dia ud. escribirá sobre mí vida… tenga cuidado de escribir honradamente. Haga lo que haga, no me embellezca. Ponga en sus escritos todos mis odios, mis vicios, mis caidas y fracasos… en todo ser humano hay algo de angel y mucho de demonio”. Y ésto último es lo que hace Daniel Samper Pizano con Oscar Wilde, Balzac, Rafael Núñez, Catalina de Rusia. Con franqueza y con soportes documentales muestra perfiles desconocidos de personalidades que vivieron para hacer historia y no para padecerla.
Unos hombres, pocos, fueron monógamos impresionantes. Otros transitaron por senderos pecaminosos mordiendo frutos deliciosos, sin detenerse apenas a degustar su sabor y su perfume. Para éstos no se hicieron aquéllos amores espirituales y absulutos, que en Dante y en Petrarca constituyeron una especie de religión, rival de la verdadera. Pasaron de una mujer a otra siempre ávidos y siempre insatisfechos. Cuenta Samper Pizano cómo el poderosísimo SOLIMAN EL MAGNIFICO, se enloqueció haciendo el amor con una esclava de nombre Roxelena y la hizo su esposa con todos los honores e influyó avasalladoramente en Solimán como gobernante. Catalina fue morfinómana, de una lujuria repugnante. El prócer Francisco de Miranda tuvo relaciones con esta famosa rusa. Al Capone, criminal feroz, fue un esposo fiel, sumiso y disciplinado.
Tres estatuas tenemos en la Plaza de Bolívar. A Núñez, Mosquera y el Libertador. Ningún Presidente colombiano ha dejado más huella como hombre público que Rafael Núñez. Dominó a caudillos de un tamaño monumental y gigantesco, como Santiago Pérez, Camacho Roldán, Rojas Garrido, Murillo Toro y mil y mil más. Núñez acabó con el anárquico y destructor federalismo al estilo de los radicales. No má republiquitas, con fuerzas armadas autónomas, códigos regionales, capitolios en todas las capitales y guerra a muerte contra el clero. Es verdad, como lo sostiene Daniel Samper Pizano que Soledad Román influyo para que Núñez le entregara armas y recursos a los azules para derrotar al adversario. Pero es que Núñez había fundado una coalición enorme y ya no tenía deberes de fidelidad con un radicalismo que lo odiaba.