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La otra crisis universitaria

18 octubre 2018 12:31 am
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La semana inmediatamente anterior, el día 10 de octubre de 2018, los estudiantes de diferentes universidades públicas y privadas salieron a marchar con el fin de exigir al gobierno nacional una mejor calidad en la educación superior de Colombia, proponiendo más inversión para las diferentes universidades públicas y de igual manera más recursos para ciencia y tecnología.

La verdad no estuve de acuerdo con la marcha -a pesar que su reclamo y su protesta es válida en un país donde necesitamos un periodo Ilustrador que de verdad realicé cambios sustanciales desde el pensamiento, la lógica y el conocimiento- debido a que este problema lo vienen padeciendo las universidades públicas por muchos años y no me parece que la hubieran realizado justo ahora con un nuevo gobierno –de solo dos meses- que recibe un país con una enorme crisis económica y fiscal. Me pareció una marcha oportunista con grandes tentáculos políticos a sus espaldas, utilizando a nuestros estudiantes como peones útiles en el gran tablero de la política nacional; para entenderlo, hay que saber un poco cómo se mueven y se ejecutan los movimientos de masas y organizaciones.

Sin embargo, estas letras no harán alusión a esta crisis universitario sino a la crisis que padece la educación por culpa de sus mismos estudiantes. Si, así como lo acaban de leer, nuestras universidades públicas y privadas padecen una gran dificultad por culpa de la mediocridad de sus estudiantes que asisten a clases de forma regular o irregular.

Como profesor universitario y de colegio, me quiero remontar a la otra crisis universitaria manifestada de la siguiente manera: en clase de problemas colombianos o en clase de Teoría política e historia ¿no es preocupante que mientras el profesor dicta su clase a 20 o 25 estudiantes universitarios, 15 de ellos estén con su celular en redes sociales o chateando por WhatsApp?

Más aún, agudiza esta crisis cuando el docente pide un documento de análisis –incluyendo la opinión personal del estudiante a una lectura crítica sobre una problemática determinada- con un mínimo de mil palabras y máximo de dos mil, y estudiantes de grado once o de primer y segundo semestre de una carrera profesional le manifiesten al profesor: “profe ese trabajo es demasiado largo y es muy difícil abordar ese tema con un texto escrito tan extenso, bájele por lo menos a 600 palabras”, ¿dónde queda la argumentación del estudiante? ¿dónde está el análisis y la opinión crítica del futuro profesional que asumirá las riendas políticas, sociales y económicas del país?

¿O no es verdad que un profesor pide leer un documento de 30 a 40 páginas para después hacer un resumen y varios estudiantes terminan copiando y pegando de páginas web como el rincón del vago, y le manifiesten al profesor que ese texto estaba muy largo para leerlo y toco resumirlo de esa manera? Así mismo, están en crisis las universidades cuando el profesor entra a socializar el tema que el pidió que leyeran en casa –habiendo entregado previamente un Pdf o un texto en Word- y ninguno participe en clase porque nadie leyó debido a que la lectura es demasiado “extensa y aburrida”.

Si lo anterior no es preocupante, lo siguiente si lo es: ¿no es preocupante cuando en el lenguaje estudiantil se refieren a las asignaturas de ética profesional, competencias ciudadanas, antropología, sociología y ética empresarial como materias de relleno que merecen ser negociadas las notas finales con el profesor?, se agudiza más la crisis cuando los profesores debemos de instalar software en nuestros computadores para poder detectar plagios en los trabajos que recibimos. Crisis, cuando la historia termina siendo subjetiva y los estudiantes acaban recitando discursos de memoria histórica –sin saber y conocer su propia historia- sin entender aun de donde nace el estado colombiano y porque Colombia es una República. Crítica la situación, cuando ya no necesitan los jóvenes saber de geografía y ubicación geográfica porque ya existen los GPS o google maps.

En ultimas existen estudiantes que terminan pidiéndonos a los profesores que le subamos la nota y les colaboremos para que la calificación le quede en 3.0 y no repitan la asignatura, o peor aun cuando algunos estudiantes pretenden ser calificados de la misma manera y con los mismos parámetros que el estudiante aplicado que cumple con la entrega oportuna de un taller o un trabajo.

Jóvenes, esta crisis va más allá de los discursos, de las marchas y de la dificultad financiera que padecen las universidades para llegar a replantearnos como profesores y estudiantes frente a la mediocridad que viven muchos recintos universitarios, es importante prestar atención a esta otra verdadera crisis que de verdad afecta no solo la educación sino el país. Es por eso, que tenemos como resultado, muchos profesionales con post grados, maestrías y doctorados condenados por actos de corrupción; evidenciando en la práctica en el país como se caen los puentes, no se construyen las carreteras, los túneles y peor aún vemos como se desploman los edificios.

Mis letras son una reflexión, un llamado de atención y a la vez una invitación a todos los estudiantes –incluyendo a mis alumnos- a que no solo es salir a protestar en contra de terceros, sino, ir más allá y evaluarse también de forma crítica en primera persona, salir de esa zona de confort y a valorar de verdad si son estudiantes de calidad o estudiantes de mediocridad. Yo aún me sueño con tener en Colombia un periodo histórico donde lo podamos llamar “la ilustración colombiana”, y éste represente un cambio decisivo para el futuro que merece mi país cimentados en el conocimiento, la lógica, el pensamiento y la educación.

 

 

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