Libardo García Gallego
Sin lógica ni interés por buscar la igualdad social son imposibles la paz y la democracia.
Nos encontramos a menudo con personas que aprueban los saqueos al erario con el argumento que esos dineros al ser de todos no son de nadie y que está bien que los más avispados los sustraigan y se queden con ellos. Otros justifican el adoctrinamiento de los niños por sus padres dizque porque su condición paternal les da el derecho a imponerles sus propias creencias políticas o religiosas. Son innumerables los ejemplos de ilogicidad conceptual, como el esposo que decide asesinar a su esposa porque ésta quiere separarse o porque le fue infiel, y porque si no es para él que no sea de otro, como si no existiesen más mujeres. Son pensamientos irracionales, algunos hasta inconstitucionales y justificadores de crímenes.
Lo mismo nos está ocurriendo con los cambios propuestos por el gobierno para hacer un país más incluyente, con mayor igualdad social, donde toda la sociedad pueda vivir dignamente, en armonía con la naturaleza.
En las manifestaciones públicas en contra de las reformas se escucharon muchas voces egoístas que están asustadas dizque porque se está amenazando la institucionalidad, porque se va a destruir el país tradicional o sea que se lo vamos a quitar al puñado de oligarcas que siempre lo ha manejado a su antojo para su exclusivo beneficio. Argumentos muy pobres y cargados de egolatría. Según ellos, lo mejor es seguir el baño de sangre que hemos padecido durante más de medio siglo, es mejor que la tierra esté en poder de los grandes terratenientes que tienen con qué administrarla y no en manos de agricultores pobres y medianos para que la cultiven y se pueda alimentar bien a toda la población, que es mejor continuar extrayendo hidrocarburos para la exportación que contribuir a mejorar las condiciones climáticas del planeta, cosa que a nosotros no nos importa, que la desigualdad es culpa de cada persona por viciosa, perezosa, poco competitiva y sin iniciativas y el sistema capitalista no es responsable de la miseria, que para qué les vamos a dar una pensión a adultos mayores que no cotizaron y no ahorraron para su vejez, que la edad para alcanzar una pensión no debe ser inferior a 70 años, que lo mejor es un régimen neoliberal que favorezca la extracción de plusvalía y se le quiten tantas prebendas a los trabajadores.
En una auténtica democracia tiene que abrirse paso la razón, tienen que desaparecer el autoritarismo y la terquedad de los antepasados esclavistas, como los payaneses, cuyos descendientes encabezan en la actualidad la oposición al cambio que requieren Colombia y muchos países, en especial los subdesarrollados. Si no se distingue lo justo de lo injusto, lo lógico de lo ilógico, entonces no seremos capaces de cambiar. Entonces apague y vámonos.