Libardo García Gallego
La clase dominante alardea a los cuatro vientos de que Colombia es la más antigua democracia de América, en vez de decir que hemos sido el pueblo más sometido, más domesticado, carentes de pensamiento autónomo en lo filosófico, en lo religioso, en lo político.
Los corruptos saquean el erario y endeudan al Estado, se organizan para matar a todos quienes se opongan a sus ideas derechistas y al final nada pasa. Bastan algunos ejemplos: Tenemos libre a un expresidente genocida, responsable de miles de asesinatos de inocentes acusados de guerrilleros, y la justicia nada hace ni el pueblo se levanta en su contra; seguramente tampoco pasará nada con quienes exterminaron el partido Unión Patriótica por ser opuestos a la burguesía gobernante; tampoco con los autores de los billones de pesos robados al Estado mediante contratos leoninos, coimas, usurpación de tierras, etc., etc. A mediados del siglo XX el pueblo se acostumbró a escuchar a altos prelados católicos y curas que desde los púlpitos ordenaban matar liberales dizque porque éstos eran la reencarnación del demonio. A pesar de que teóricamente somos un estado laico, seguimos consagrados al Corazón de Jesús y a la Vírgen; los menores de edad son obligados a participar en cultos religiosos, además de recibir los sacramentos, hasta se les exige militar en determinados partidos políticos. Recuerdo que en el colegio me obligaron a estudiar Dogma, Moral, Culto y Apologética durante los primeros 4 años, pero nunca aprendí allí que existían otras visiones del mundo fuera de la Escolástica y el Idealismo. Si hiciéramos una encuesta acerca del conocimiento de los Derechos Humanos, sólo una minoría respondería que sí los conoce.
Acabamos de elegir un nuevo gobierno, prometedor de un cambio estructural, pero los líderes tradicionales de la derecha se lo impiden con el argumento de que con los cambios anunciados se destruye la institucionalidad cuando en realidad lo que no quieren es que se establezca una democracia plena y que nos retiremos del neoliberalismo capitalista, culpable de la crisis actual aquí y en todo el mundo. No hemos aprendido a unificar los objetivos necesarios para vivir mejor y por eso la clase oligárquica se opone a las listas cerradas para elecciones; los privilegiados optan mejor porque en ellas triunfen los ricos, los limosneros, los compra votos y que sean aplastados todos los proyectos que favorezcan a los pobres, el estado llano, la mayoría del país.
Con la invasión o conquista española empezó nuestra dependencia, nuestro sometimiento a la metrópoli de entonces, a la que dizque tenemos que agradecerle el habernos traído la religión y el idioma, como si aquí aún no habláramos ni tuviéramos dioses; después pasamos a ser sometidos por la metrópoli gringa, la cual nos impuso su economía, su política y su ideología.
Necesitamos crear una democracia auténtica, donde cada persona tenga pleno y objetivo conocimiento de la importancia de sus decisiones, y para ello se requiere de una educación científica desde el hogar. De lo contrario seguiremos siendo un pueblo manipulado, cual simples marionetas, en todos los campos del saber: ideología, filosofía, política, economía, etc.