Libardo García Gallego
Cuando veo que hemos enterrado los valores humanos, la ética y la moral, que nos gobiernan con antivalores, que la corrupción ha invadido todos los poderes estatales y que el pueblo empobrecido y embrutecido, manipulado por los grandes medios de comunicación, elige irresponsablemente a sus voceros y gobernantes, pienso que la humanidad está evolucionando hacia el más radical individualismo, encarnado en el sistema capitalista. Parece que en el ADN de la especie humana predominara la competencia sobre la solidaridad, que el egoísmo excluyente es preferible a la humildad y la sencillez, que es necesario eliminar a quienes se oponen a nuestras ambiciones y opiniones.
Hace poco, el pensador y escritor Atilio Borón, en un artículo titulado “El desencanto con las democracias” nos cuenta que una encuesta mundial realizada en 104 países caracterizados como «democráticos» por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA) demuestra que en 37 de esos países aquella se «está deteriorando moderadamente mientras que otras 11 evidencian un deterioro significativo y resume así esta situación: “En síntesis, el desencanto con la democracia tiene raíces profundas y la única alternativa para mejorar la performance de los Gobiernos democráticos es controlar los efectos devastadores que el capitalismo ejerce sobre la sociedad, al concentrar exponencialmente la riqueza y los ingresos y destruir la integración social; y al depredar el medio ambiente, al considerarlo como una mercancía más que debe ser explotada hasta su agotamiento.”
Los seres humanos durante muchos siglos hemos invocado una auténtica democracia como el ideal de la convivencia universal, pero aquella siempre ha sido esquiva y no la hemos podido consolidar. Sólo se han ensayado aspectos parciales, pero casi siempre ha prevalecido el querer de los dueños de los medios de producción; los pobres, la inmensa mayoría de la humanidad, carece de conciencia y autonomía y se inclina en favor de las oligarquías, los esclavistas modernos. El capitalismo ha sido el sistema mediante el cual un puñado de personas, 80 millones de los 8000 millones de humanos, se apoderaron de las riquezas del planeta y ya no sabemos cómo vamos a subsistir en medio de la miseria, del hambre y de todas las necesidades básicas insatisfechas. Hasta se inventan vacunas para exterminar a los más débiles físicamente. Las rebeliones populares, exitosas en otros tiempos, dizque ahora resultan imposibles porque los causantes de la extrema pobreza son dueños exclusivos de las armas y están favorecidos por las leyes que ellos se han inventado e impuesto.
Por ello, el único asidero que nos queda es la exigencia a los Estados de garantizar todos los Derechos Humanos, consagrados en la Declaración Universal de los mismos, el 10 de diciembre de 1948, eso sí haciéndoles primero algunos ajustes y correcciones, como limitar la extensión de la propiedad privada. Junto a esta exigencia es necesario que los educadores de todos los niveles enseñen a pensar de manera responsable y crítica y no a obedecer ciegamente. Quizás así nuestros descendientes puedan algún día construir una democracia auténtica, no de apariencias y mentiras como las que hasta ahora conocemos.