Al tomar la gran decisión de cambiar de género, independiente de la razón, uno de los más grandes dilemas, si no el mayor al que nos enfrentamos es la parte laboral, ¿de qué vamos a vivir en nuestra “nueva vida”? Debido a que la ignorancia sobre el tema de la diversidad sexual y de género es bastante fuerte, lo que convierte el tema en todo un tabú, la situación para una persona transgénero, en especial para una mujer, se complica en un alto nivel.
En el caso de nosotras las personas que iniciamos nuestra transición tarde, luego de los 30 años, esta es una de las partes mas afectadas en nuestra vida, dado que nuestros cambios son tanto a nivel interno como externo, en especial en la apariencia, si estamos trabajando en una empresa, tenemos que someternos al bullying y la discriminación por parte de compañeros, y a la presión de los jefes y directivas, pues ya que no nos pueden despedir por ser personas transgénero, buscan el mas mínimo error para justificar su discriminación y su desprecio hacia las personas diferentes, que no encajan en el mundo tradicional.
Al perder nuestros empleos, , la cosa es más complicada, pues si no queremos quedarnos en el closet, como es mi caso, las posibilidades de volver al mundo laboral se reducen en gran proporción. Muchas personas tienen la creencia, errónea hasta cierto punto, que trabajo sí hay, que la gente no quiere trabajar o ponen condiciones, en muchos casos esa afirmación es cierta, pero en otros no, como en mi caso, soy una persona que comenzó a trabajar muy joven, desde la época del colegio, trabajaba en mis vacaciones o en fines de semana en ventas. Cuando salí del colegio, mi madre me ayudó a conseguir empleo en un almacén de telas de una amiga de ella, allí trabajé unos meses, y luego probé otras labores como mensajería y artesanías, hasta que llegué a los supermercados, conocí varios puestos y me estabilicé en este gremio, hasta llegar a ser mercaderista de compañías reconocidas.
Luego de diez años en los supermercados, se presentó la oportunidad de trabajar en la industria, un oficio nuevo para mí, allí estuve durante otros diez años, pero fue allí donde encontré a mi yo verdadero, e inicié mi transición de manera discreta, o tal vez no tan discreta como quería, pues las directivas se dieron cuenta de mi situación y decidieron hacer lo que cualquier empresa “decente” haría en este caso: deshacerse de mí, aprovechando mis errores de desempeño laboral. Este inconveniente me dejó en una situación bastante desventajosa, pues quedarse sin empleo luego de los 40, sin ahorros, sin un plan de contingencia, sin un proyecto de empresa propia, y siendo una persona sexualmente diferente, no es algo que se deba tomar a la ligera.
Aunque no me parece que haya oficios insignificantes o indignos, debo reconocer que para nosotras las personas transgénero, hay muchos oficios que están vetados, por ejemplo las ventas, ya que por ser esta área la imagen ante el cliente, las empresas se abstienen de contratarnos, pues consideran que somos una mala carta de presentación para sus productos, y por ende sus ventas se van a ver afectadas. No quiero decir con esto que muchas compañeras carezcan de talento para este oficio, todo lo contrario, las habilidades de cada persona son diferentes y variadas, pero en oficios donde debemos atender clientes directamente, las empresas no nos tendrán en cuenta debido a la ignorancia y los tabúes que se mueven alrededor de nuestra condición de género.
Otros oficios que están vetados para nosotras son la construcción, los oficios del campo, los trabajos de fuerza física como el cargue y descargue de vehículos, la soldadura y metalistería, las ventas ambulantes, entre otros. Digo que estos oficios están vetados, no porque no estemos capacitadas para hacerlos, al contrario, muchas de nosotras vivimos gran parte de nuestras vidas como hombres, aprendimos a hacer bien varios de estos oficios, pero al decidir cambiar de género fue como si le hubiéramos declarado la guerra a la sociedad tradicional, en especial al género masculino, por ello se nos negó el acceso a estos oficios, pues son “para hombres” y nosotras perdimos ese privilegio al decidir ser como queremos ser, no podemos hacer casi ningún otro oficio diferente a la prostitución y a la belleza.
Es necesario aclarar que en ningún momento pretendo incomodar a las compañeras que ejercen la prostitución, y mucho menos a las que trabajan en belleza (Me gusta mucho este oficio, pero no tengo talento ni conocimientos suficientes para hacerlo), a ambas las respeto y las admiro porque han sabido superar la situación adversa, pero no todas tenemos los mismos talentos, capacidades u objetivos de vida.
Distingo varias compañeras aquí en Armenia que son sexo servidoras, algunas otras que trabajan en salones de belleza, y una compañera que trabaja en el centro como cuidadora de vehículos. También distingo en otras ciudades una compañera que es comediante, y que incluso escribió un libro, otra que es locutora de radio, y otra que anunció su candidatura para el Senado de la República, esto es algo que demuestra que no todas tenemos los mismos talentos o capacidades, y que podemos hacer muchos oficios más que trabajo sexual o belleza, en todos los niveles.
A mí en lo personal me gustaría trabajar como traductora o profesora de idiomas, incluso ya lo he hecho por mi cuenta, pero no sale mucho trabajo por esa parte; me gusta también el trabajo en belleza, en especial manicure y pedicure, la redacción de artículos (Lo que hago en este momento), la mensajería, el trabajo en supermercados, la soldadura y metalistería, el aseo, incluso me gustaría recolectar café, pero me da miedo porque he oído que las riñas entre compañeros son muy frecuentes, y yo no soy persona de problemas.
La gran conclusión de este escrito es que nuestra diversidad sexual o de género no nos incapacita para hacer ningún oficio, pues nuestras facultades físicas y mentales están en orden, aunque muchos piensen lo contrario. El gran problema es la percepción de los demás, de la comunidad que nos discrimina y nos excluye sin tener en cuenta que al igual que ellos, pertenecemos a esa gran mayoría de personas que todos los días necesitan salir a buscar el sustento para sí mismas y para sus familias, pues muy pocas de nosotras son millonarias o no necesitan trabajar. Solo necesitamos una oportunidad.