LA EDAD OSCURA CONTEMPORÁNEA

8 enero 2021 9:27 pm

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Por Jimena Marín Téllez

No tengo duda de que en unos años o siglos nos recordarán como aquella época muerta donde ni el arte ni la literatura florecerieron. Algo similar a lo ocurrido en la Edad Oscura griega: un periodo caracterizado por la decadencia y escasez de la cultura y el arte.

Lejos está aquella época de Picasso, Ernest Hemingway, Dalí y García Lorca. Esa generación, tan pensante, dista mucho de los creativos de hoy. Ellos, creadores de grandes obras literarias y artísticas, dedicaban su vida a la imaginación y a la reflexión del ser.

Misma apreciación puede hacerse de la música del Siglo 20. Grande, inmensa, llena de Beatles, Pink Floyd, Rolling Stones, romance y activismo político. Las cosas mundanas no tenían cabida en las letras ni en la imaginación de los compositores de la época.

Ni hablar del impresionismo del Siglo 19, tan pintoresco. La posibilidad de sentarse, a través de la imaginación, en el cuadro “Almuerzo de remeros”, o la eventualidad de caminar entre jardínes con la “Mujer con sombrilla en un jardín” de Renoir o en “El jardín del artista en Giverny” de Monet.

Nada de lo anterior tiene asidero en el siglo que nos ocupa. Aunque algunos podrán decir que el arte muta con las épocas y por eso no es posible añorar tiempos anteriores, y es cierto, el problema es que la época actual, probablemente desde el inicio de los 90s, ha venido generando una decadencia cultural sin precedentes en el mundo contemporáneo.

Los niños de los 90s, entre los que me incluyo, que hoy somos adultos profesionales y trabajadores, no hemos conocido admiración alguna por arte o cultura nacida en el transcurso de nuestra vida.

Lo más cercano a eso, es la admiración que los colombianos sentimos por Gabriel García Marquez, quien, siento decepcionarlos, se incluye dentro de los artistas maravillosos nacidos antes de la revolución tecnológica. Es posible aplicar la misma afirmación a otros grandes como José Saramago.

De todas las bellas artes, la pintura, la escultura, la literatura e, incluso, la danza, han salido mal libradas con la dominación tecnológica. Es probable que lo único que aún se pueda rescatar sea la arquitectura y el cine, las cuales, en contravía de lo sucedido con el resto de sus compañeras, se han visto acrecentadas y mejoradas con los nuevos inventos.

Esto se debe, a mi parecer, a los cambios que la revolución tecnológica trajo a la vida de todos los habitantes del planeta. Antes del invento del internet, la belleza era más apreciativa y paciente. Lo más hermoso era aquello en lo cual el artista se demoraba meses, incluso años. Por ejemplo, Gabriel García Marquez demoró 15 años en escribir 100 años de soledad. Así mismo, El David, de Miguel Ángel, tardó 2 años completos en construirse. No había prisa, ya que el arte no involucraba prisa, sino talento y belleza.

Hoy en día, las cosas cambiaron. El arte no puede ser paciente, sino inmediato, como todo lo que nos rodea. El internet permitió tener acceso en segundos a lo que antes solo estaba reservado a los grandes museos del mundo. Más aún, las cámaras portátiles, insertadas en cada uno de los celulares de las personas, generaron que, un cuadro, que toma meses o años para captar la belleza de la realidad percibida por los ojos, se volviera insignificante ante la posibilidad de captar los paisajes y los momentos con un solo click. Esto fue la estocada final a la pintura como la conocíamos.

Ya no hay motivación para crear nuevas tendencias en arte pictórica, pues lo valioso es el arte lineal, sin sentido ni profundidad. Abstracto, le dicen. Lo detallado y lo que refleje el mundo en su realidad no vende, pues para eso tenemos las cámaras.

En literatura el escenario no es más prometedor. Aunque es cierto que siguen saliendo libros nuevos a diario, la verdadera literatura ha muerto. Pocos escritores se atreven a escribir sobre asuntos no mundanos o a reflejar el amor verdadero en unas páginas. Lo que el mundo acelerado de hoy necesita es escritos no artísticos, que complementen el ser netamente empírico que todos llevamos dentro por culpa de la tecnología. Nos convertimos en humanos que buscan la satisfacción de la inmediatez, sin disfrutar la naturaleza, ni el arte, ni la belleza. Por eso, y lo digo por mi experiencia de hace unos días en la Librería Nacional, las estanterías principales de las librerías están llenas de libros de autoayuda y otros con titulares similares a “cómo hacerse rico en un mes”.

Sin intenciones de parecer el Pulpo Paul, vaticino que seremos objeto de burla en el futuro, cuando nuestros descendientes despierten del letargo que la tecnología impuso. Seremos recordados como la “Edad Oscura del Siglo 21”.

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