Por Valentina Suárez Fernández
La geografía es considerada por algunos autores como el conjunto de características que conforman la realidad física y humana de un territorio. La realidad como el mundo mismo es descrito, visto y vivido dependiendo del caleidoscopio individual. La miseria, entre tanto y dolorosamente, es considerada en nuestra pirámide económica como pobreza extrema o desgracia que padece una persona.
Los paises que actualmente lideran esta dolorosa escala son Venezuela, Argentina, Irán y Brasil. Ellos tienen los primeros lugares en el Índice de Miseria mundial de este año. Este indicador es el resultado de datos como las tasas de inflación, préstamo y desempleo menos el crecimiento del producto interno bruto -PIB- per cápita en cada economía evaluada. Estos datos entregados por el Diario la República, reflejan en primera instancia que todos los paises de América Latina hacen presencia en esta medición. Y que esta escala arrojaría datos más certeros para la región si en ese índice se incluyeran datos como el indicador de desigualdad.
Somos coparticipes de estas geografías de la miseria. Diariamente, se visibiliza este doloroso indicador, en carne humana y viva, en un semáforo vendiendo dulces, en las cadenas de trabajo sin garantías, en los suburbios de las ciudades, fuera de clínicas y centros comerciales. Siendo dolorosa esta radiografía, el dolor se hace arrolladoramente insoportable cuando el indicador numérico de la miseria está representado en un bebé, un niño o una niña. Qué avasallante dolor.
Las geografías que antes tenían límites gigantes, hoy son el vidrio del carro, la acera, la calle, una reja. Límites más cercanos en términos de distancia, pero más largos en temas de acompañamiento.
Esta es sin duda la utopía. Hacer realizable, que la miseria encuentre caminos para garantizar vida digna y oportunidades para quienes hoy no tienen opciones o alternativas para esta sin salida. Mucho tiene que ver el estado proporcionando salud y educación; mucho tiene que ver la resilencia y la capacidad teologal de la esperanza en su verde más intenso.
Que esta vorágine de especulación financiera, globalización y mega proyectos no nos quite el corazon de lo importante, la vida. Y que lo urgente no nos convierta indolentes con los otros que en últimas somos nosotros mismos.