Por Valentina Suárez Fernández
Nicolás Maquiavelo estudió durante 15 años el arte de gobernar para poder traducirlo en una obra de veintiséis capítulos. Veinticuatro capítulos dedicados al arte del estado y dos de ellos dedicados a la exhortación final, en la que reclama la necesidad de una unidad nacional de Italia y su liberación del dominio extranjero. Frente al comportamiento de los “príncipes” o gobernantes, modo en el que se puede extrapolar la definición que hace Maquiavelo de los que administran el poder público es, “Es mejor ser impetuoso que precavido, porque la fortuna es mujer, y si se la quiere tener sometida, es necesario castigarla y golpearla. […] pero como es mujer, es siempre amiga de los jóvenes porque son menos precavidos, más feroces y la dominan con más audacia”.
Me detengo sorprendida, pensando en esta afirmación; si bien es una obra que fue escrita hace 500 años y su vigencia debe circunscribirse a las realidades propias de la época. Los talibanes impusieron una versión estricta del Islam cuando gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001. El miedo al tipo de poder y las prácticas represivas basadas en el terror hoy crecen, fundamentalmente en su capital y puntualmente en la población de mujeres que hoy habita el país. Las prácticas de los talibanes iban desde las reglas que impedían a las mujeres trabajar hasta la restricción frente al uso del espacio público sin estar acompañadas de un hombre. Las niñas y las jóvenes no podían ir a la escuela.
Otro grupo atemorizado con la presencia de los talibanes en Afganistán es el de los ladrones. Ellos son sancionados con la amputación de las manos. Igual temor sienten los asesinos que son ejecutados públicamente; y, el grupo integrado por lesbianas, gays, travestis, bisexuales e intersexuales que es liquidado sin contemplación.
La creciente reconquista de los territorios a manos de los talibanes preocupa a otros organismos y por otras razones. La Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN- que regula y defiende a sus miembros de ataques que atenten contra las normas de paz y convivencia y de regulación de los productos internos brutos de los estados ya ha realizado los llamados a otros organismos internacionales con el fin de garantizar los derechos humanos y simultáneamente los precios del oro negro que mueve el mundo, el petróleo. Ha realizado un llamado a la ONU y al presidente de los Estados Unidos, buscando principalmente el envío de tropas que garantice la permanencia del gobierno actual y el precio del petróleo.
Sin embargo, el 14 de agosto Ashraf Ghani promete removilizar al ejército contra los talibanes y así fortalecer y proteger a la ciudadanía. Pero, en las siguientes horas, los talibanes se apoderan de Mazar-i-Sharif en el norte del país y Jalalabad ubicada en el este. Ciudad que había estado protegida por el gobierno actual. El 15 de este mes de agosto, los talibanes llegan a Kabul, a punto de retomar el poder. Sus combatientes recibieron órdenes de no entrar, al mismo tiempo que el gobierno promete una transición pacífica de poder.
Doloroso el silencio por las mujeres, por las niñas que quedarán por fuera del sistema educativo, por las penas atípicas y atroces frente a los ladrones que nos alejan del sentido de humanidad y de caridad. En fin, “el golpe y el castigo” del que habla Maquiavelo, no están lejos, ni de nuestra realidad inmediata, ni de la realidad mundial hoy. Pido al Dios de ellas y al mío, por oportunidades de vida, salud y educación de las mujeres afganas y de la población diversa que mientras gana espacio de reconocimiento en el resto del mundo, allá es condenado a la desaparición.