Por Francisco A. Cifuentes S.
Cuando llegó la pandemia y sorpresivamente se declaró la cuarentena, estaba en mi apartaestudio en el sector de Galerías de la capital. El silencio, la soledad, el miedo y la quietud llenaron el otrora paisaje citadino, marcado por el bullicio, el atafago vehicular, la multitud y la algarabía de los hinchas de los diferentes equipos de fútbol, justo por estar muy cerca del estadio Nemesio El Campin. De la noche a la mañana todo cambió en términos absolutos. La ciudad fue otra y la sociedad también.
En mi refugio de solitario habitante de la ciudad, me llegaron los pensamientos de las lecturas del bachillerato, a propósito del tema del Covid-19. De la biblioteca del Instituto Tebaida, donde cursé el bachillerato académico, me volvieron a surgir los libros de esta travesía literaria para sobrellevar la epidemia: La Peste de Albert Camus, El Decamerón de Giovani Boccaccio, El Diario de la Peste de Daniel Defoe, El Amor en los Tiempos del Cólera de Gabriel García Márquez, y por motivos no tan directos, pero relacionados, La Náusea de Jean Paul Sartre.
En La Peste (1947) me llamó la atención el sentido de solidaridad descubierto y practicado, como ahora en el 2020 y 2021, por unos médicos al atender enfermos de peste en Orán (Argelia). En su momento muchos la calificaron como una metáfora universal para referirse, entre otras situaciones caóticas de la humanidad, a la recién ocurrida Segunda Guerra Mundial.
El Decamerón está constituido por cien narraciones de cuentos o novelas cortas, donde describe el azote de la peste bubónica en la Florencia (Italia) en 1348; a partir de los relatos de siete mujeres y tres hombres que han huido al campo para salvarse de la epidemia. En esta oportunidad al releer el texto, me detuve más en los poemas y canciones de amor, y me di cuenta que Boccaccio era todo un poeta, pues además descubrí su texto de Rimas.
Para unas vacaciones, mi profesor de literatura Don Gilberto Álvarez Henao, tuvo la osadía de ocuparme mis días de descanso con la lectura de el voluminoso tomo de Los Cuentos de Canterbury (1392) de Geoffrey Chaucer. Cito esta obra porque está inspirada en los temas y en la estructura de El Decamerón, y ambas recrean parte de la Edad Media, una en Italia y otra en Inglaterra.
Los Cuentos de la Peste (2015) de Mario Vargas Llosa es toda una adaptación teatral de la obra de Boccaccio, donde el Nobel recrea la situación de crisis, la lujuria, la sensualidad, la sensación del fin del mundo por la peste y la muerte inmediata.
De Daniel Defoe, creo que la mayoría de los alumnos recordábamos la novela Robinson Crusoe, escrita en 1719; pero para el tema que brevemente nos ocupa en este artículo es importante destacar su obra El Diario de la Peste, escrita en el 1722, y se refiere a la plaga en el Londres de 1665. Es una descripción detallada, aunque tiene mucho de ficción.
Los Novios (1827) de Alessandro Manzoni, que es ambientada en Lombardía a finales del siglo XVII, es una novela de ventura y de amor, entre los jóvenes Renzo y Lucía; pero describe la guerra y la peste en Milán en 1630. Esta obra la leí por la conducción del profesor calarqueño Don Darío Vanegas, y mucho más adelante conocí otra versión bellamente ilustrada y comentada por el semiólogo italiano Umberto Eco.
Para mí, Cien Años de Soledad es por supuesto una obra de lectura obligada en la cultura colombiana y mundial; pero de las obras de Gabo, la más bella es El Amor en los Tiempos del Cólera (1985); por su aventura a través de nuestro histórico río Magdalena, por su linda trama de amor y por la disculpa que tiene el autor en el caso de la epidemia del cólera, para hablar de otra fuga y otro escape para el amor eterno.
También me vino a la memoria La Náusea; pues algo me olía mal y algo me producía esa rara sensación del vomitar. El Nobel Sartre construye esta obra literaria, justamente desde su óptica filosófica existencialista, que muchos han traducido como la necesidad de evasión ante el descontento con el mundo en crisis. Es más, otros han realizado estudios comparativos con la obra De la Evasión (1982) del filósofo Emmanuel Lévinas, que en gran parte construye a partir de la azarosa situación de la Segunda Guerra Mundial y el exterminio de los judíos por los nazis. Es decir, existen pestes biológicas y pestes sociales, frente a las cuales la literatura y la filosofía reaccionan con lo mejor de la descripción y lo mejor de la reflexión.
Al texto que le dedique el tiempo necesario fue a Ensayo Sobre la Ceguera (1995) del escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998. Se refiere a la llamada peste blanca, como a la ceguera, y que en forma paulatina va contagiando persona por persona, hasta afectar a casi toda la sociedad. La comparación con la situación producida por el coronavirus, es tal, que en un escrito más grande (Saramago en Cuarentena), me atreví a decir que solo bastaba cambiar, en la novela del lusitano, la denominación peste blanca por coronavirus, y el resto era igual a lo que hemos vivido en estos dos últimos años en el mundo.
Encierros familiares y estatales, aversión al contagiado o al posible contagio, problemas con el personal médico, valor de los mismos en su tarea, intervención politiquera del gobierno central, incluso por la televisión en la forma repetida y cansona que observamos a Duque y su Ministro de Salud, sentimiento de impotencia de parte de ciudadanos y médicos, sufrimiento generalizado, angustia, melancolía y depresión c0omo consecuencias de la pandemia.
La experiencia de la biopolítica y la política del cuerpo, categorías filosóficas acuñadas por el filósofo francés Michel Foucault, han sido evidentes en la actualidad; en la medida en que la esfera de la política va más allá de las relaciones sociales y económicas y los problemas del poder trascienden la sociedad como conjunto; para referirse a la implicación de la política sobre el cuerpo y la vida del individuo, y a su control, también en el marco de los llamados micropoderes.
Igualmente, la denominada necrofilia como categoría filosófica se le debe al filósofo Italiano Georgio Agaben, y es justamente para indicar el dominio sobre el individuo y la sociedad, a partir del tema de la muerte.
Los anteriores conceptos pueden estar implícitos en la literatura registrada a propósito del coronavirus; pero pueden ser otros y a su vez, muchos otros textos referentes a las pestes, tales como, por ejemplo: La Peste Escarlata de Jack London, La Peste Negra de Ole J. Benedictow, Peste y Cólera de Patrick Deville, Los Días de la Peste de Edmundo Paz Soldán y El Jinete Pálido: 1918: La epidemia que cambió el mundo de Laura Epinmey.