“Los dos tiranos más grandes del mundo: el azar y el tiempo”
Francisco Cifuentes
Alguna vez mi hija Tania me dijo: Papi, ¿para dónde se van los días que pasan? Ahora, sin poderle responder en forma acertada, yo me pregunto: ¿Para dónde se va el año que acaba de pasar? Y vuelvo a quedar enmarañado en el problema filosófico y físico del tiempo. La respuesta más compleja se la dejo a la teoría de la relatividad de Albert Einstein y a la física cuántica de Max Planck. De mi parte, yo me respondo con la siguiente especulación.
Los años que han pasado, los denoto en mi cuerpo con más de medio siglo a cuestas bien bebidos y bien leídos (recuerdo que “cumplir años está infravalorado”). Los años de los demás los tengo en la buena estima de los recuerdos gratos, pues uno con el transcurrir de la vida, aprende a tener memoria selectiva, para no contaminar el espíritu.
Muchos años transcurridos están en las mejores canciones que nos acompañaron y ameritan ser traídas al oído para contemplar el paso de los años, con el placer de lo vivido y el goce de lo presente bien acumulado. Tantos siglos transcurridos los aprecio en las enciclopedias viejas que tanto interés me despiertan. He disfrutado mucho tomando al azar páginas y páginas de la Enciclopedia Hispánica, de Uthea, de Salvat, del Tesoro de la Juventud, de la Enciclopedia Universal, de los Atlas Ilustrados, y un etcétera que he consultado en mis encierros. Y no solamente leyendo y releyendo, sino simplemente observando sus fotografías, y mejor aún, observando detenidamente el paso del tiempo en las pinturas ya descoloridas; justamente ahora, en la época de la fugacidad de las imágenes del celular y las redes sociales, donde todo ya es viejo al instante, y el tiempo es mucho más veloz y agresivo, pues vivimos en la era de la velocidad, como lo apunta el filósofo francés Paul Virilo.
Adoro la modernidad, la tecnología y el desarrollo urbanístico, como planificador que soy; pero posar de dinosaurio, debo confesar que me fascina el barrio la Candelaria en Bogotá, la ciudad amurallada de Cartagena de Indias y Villa de Leyva en Boyacá, porque me permiten el placer de degustar el pasado con sus circunstancias ya olvidadas, desde este presente que hoy me define, aunque sea incierto todo lo que viene. Estudie Historia para desentrañar el pasado, Filosofía para especular sobre el presente y Literatura para imaginarme otros mundos y otros tiempos, y así, salir de la cárcel del tiempo.
Alguna vez, en una esquina cualquiera, le dije a una señora que si me vendía un minuto de celular, y al contestarme que sí (además recordé que “cinco minutos bastan para soñar toda una vida”), le propuse que me vendiera mil minutos y asintió, por lo que me extendí y me atreví a decirle que entonces me vendiera otros sesenta años, porque los que tenía ya los había gastado. Ella se río y me dijo que no podía definitivamente, frente a lo cual le expresé que era mentira que ella vendiera tiempo, y la dejé riendo y pensativa.
El tiempo está en las paredes, el tiempo está en las murallas, el tiempo está en las estatuas, el tiempo está en un poema de Borges, el tiempo está en el tango, cuando dice adiós muchachos, barra querida de aquellos tiempos y el tiempo se fue con un beso en el cuerpo de la amada aquella; pero según Sabina, los amores que matan no mueren y los amores que mueren no matan, quedando otra vez mano a mano, en este presente festín, según el calificativo de Violeta Parra o en la orgía perpetua como el título de Vargas Llosa. Definitivamente no quiero llorar por el pasado y no deseo la desesperación de los inciertos futuros, déjenme aquí, en este placentero e infame instante; el resto son pesadillas, pues como dijera Octavio Paz, la historia es una pesadilla sangrienta
Se nos fue el 2021 y nos dejó otra variante del coronavirus, nos dejó las disidencias de las Farc, la delincuencia común organizada, la inseguridad callejera, el hambre de miles de colombianos, la carestía en la canasta familiar, los desplazamientos, la corrupción y una incierta contienda electoral, donde todos, desde diferentes corrientes, aspiramos a una Colombia mejor, más justa, más equitativa, más humana, más inclusiva, pero ojalá, no dictatorial, desde ninguna orilla del complejo espectro político.