CIEN AÑOS DEL ULISES

15 febrero 2022 10:24 pm

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Por Francisco A. Cifuentes S.

El escritor irlandés, nacido en Dublín, James Joyce, publicó su obra cumbre, Ulises, el 2 de febrero de 1921, justamente el mismo día que cumplió 40 años de edad; es decir, la concibió, la escribió y la publicó a muy temprana edad, para ser considerada posteriormente la obra más representativa del llamado canon occidental de la literatura; como lo reconocen Harón Bloom, Vladimir Nabokov y George Steiner, entre otros grandes críticos y ensayistas del mundo de las letras contemporáneas.

Además de esta monumental novela, publicó El Artista Adolescente, Dublineses y Finnegans Wake; la que otros lectores y críticos consideran más compleja e interesante que el mencionado Ulises. Póstumamente han salido a la luz pública cartas, artículos y ensayos. Pero lo que más destaco, para mi modesto gusto, es el compendio de poesía titulado Música de Cámara, publicado en la Colección Visor de Poesía en 2017, y que apenas degusté hace un par de años; pero que lo había encontrado reseñado en la bella obra Paisajes Literarios de la filósofa norteamericana Martha Nuusbaum, ya hacía un quinquenio.   

La trama del Ulises aparentemente es muy sencilla: es el recorrido que realiza por la ciudad de Dublín, sólo durante un día, el personaje central Leopold Bloom, aquel memorable 16 de junio de 1904, que coincide con la fecha en la cual se conoce y sale por primera vez Joyce con la camarera de hotel Nora Bernacle, y la cual será su compañera para toda la vida. Los otros dos personajes centrales son Stephan Dedalus y Molly Bloom. Está divida en 18 capítulos que llevan el nombre o aluden a sucesos de la obra antigua griega La Odisea de Homero.

Mi encuentro personal con la novela tuvo los siguientes intríngulis: hace más de media vida empecé a leerla en la traducción del español José María Valverde, en los dos tomos de Bruguera; pero confieso que no pude pasar del primero, abandonando su lectura por pesada e incomprensible; claro, me faltaban muchos elementos culturales para degustar tan adobado manjar. Alguna vez regresé a Armenia y le comenté eso al profesor Nodier Botero, informándome que eso era normal en más de un lector del Ulises en todo el mundo, y que incluso, existían tesis de grado que abordaban el tema, en términos de pedagogía literaria. Ya nuevamente en Bogotá, mi amigo el sociólogo y literato de la Universidad Nacional Jaime Eduardo Jaramillo, me recomendó la lectura de unos ensayos acerca de la obra, escritos por el psicoanalista Carlos Gustavo Jung. Con el tiempo me di cuenta, que el siglo XX despuntaba con esta obra; pero que detrás de ella estaba la teoría de la relatividad de Albert Einstein, y toda su novísima concepción del tiempo y el espacio, como uno de los fundamentos culturales de este magno trabajo literario. Pero que además la novela contenía los relatos y la expresividad consciente e inconsciente, coherente e incoherente de los personajes, y no necesariamente en franca ilación y continuidad, sino con línea de fuga, cortes, repuntes, sueños, deseos reprimidos, y las razones y sin razones de la vida culta y de la cotidianidad de cualquier ser humano, de parejas, amistades, colectividades, ciudades y naciones. Todo está en el Ulises, aparentemente en un solo día; pero es el resumen de la cultura humana, con sus conversaciones acerca de música, literatura, política, jergas, invenciones del lenguaje, erotismo, sensualidad, sueños, desvelos y la cruda realidad.

Con razón el crítico y ensayista Carlos Gamerro, en su obra Ulises: Claves de lectura, dijo que el libro “era como una catedral llena de basura”; pero no con la acepción tácita de “mugre”, sino para hablar de la polivalencia y de la multiplicidad de contenidos y significados que tiene la gran novela.

Posteriormente terminé mi ansiada lectura y ayudado por mis contertulios, pude ir comprendiéndola más y así degustándola hasta la actualidad. Me fue muy útil un texto titulado Cuatro Dublineses, donde el crítico y biógrafo norteamericano Richard Ellman establece las “conexiones dublinesas” de cuatro grandes escritores como lo han sido el novelista, poeta y ensayista Oscar Wilde, el escritor ahora homenajeado James Joyce, el poeta William B. Yeats y el novelista Samuel Beckett, colaborador y amigo del autor del Ulises. Allí están sus relaciones con el catolicismo, con el protestantismo, con el mismo Dublín y con los problemas individuales de cada uno, que no fueron pocos.    

           

Posteriormente en un regalo que me hizo la familia en un solo tomo de la editorial Lumen, lo volví a leer, pues a esa obra hay que volver de cuando en cuando, así no se sea ni profesor ni investigador, sino simplemente lector o buceador de buenas notas y tramas culturales. Ahora si pude establecer comparaciones entre la travesía de Ulises y su grupo de aventureros y navegantes en la Odisea de Homero, con sucesos reales e imaginarios, con dioses, semidioses, fantasmas, misterios, voluntades, engaños, deseos profundos del ser humano, batallas, amores de familia, fidelidades e infidelidades, hasta regresar a casa; es decir, a la Itaca que todos queremos o llevamos dentro. Se trata de una ciudad y de un hombre, del mundo y de la humanidad; por eso es tan universal y tan clásico.

Pude sumergirme más en la histórica y sensual poesía del griego Constatin Kavafis, porque vuelve al Mediterráneo, a las aventuras del ser humano, al erotismo, a Itaca como ciudad y como destino del hombre, al mito y a la poesía.

Ahora que leo a la joven ensayista y novelista española Irene Vallejo, en el capítulo de su gran obra El Infinito en un junco, titulado Homero como enigma y como ocaso, destaco el siguiente apunte: “Se cuenta que Esquilo dijo humildemente que sus tragedias eran solo “las migajas del gran banquete de Homero”, y de semejantes migajas se siguió alimentando el dublinés.

Y agrega Irene Vallejo: “…el vagabundo de Ulises – una criatura tan literaria que sedujo a Joyce – se lanza con placer a aventuras fantásticas, imprevisibles, divertidas; a veces eróticas, a veces ridículas.” Todo lo cual también está contenido en el Ulises de Joyce.

Además, es importante agregar esta gran comparación entre los dos Ulises: “Homero deja claro que Ulises valora intensamente la vida, con sus imperfecciones, sus instantes de éxtasis, sus placeres y su sabor agridulce. Es el antepasado de todos los viajeros, exploradores, marinos y piratas de ficción – capaz de afrontar cualquier situación, mentiroso, seductor, coleccionista de experiencias y gran narrador de historias- Añora su hogar y su mujer, pero se entretiene a gusto por el camino.” Esto, según la “Enciclopedia cabal de trucos narrativos y estilísticos” del profesor Rodolfo Biscia.

Como nota curiosa traigo a colación el recuerdo de una bella fotografía de la actriz Marilyn Monroe en Long Island, New York, en 1955, donde no aparece ni riéndose, ni mostrando sus mejores facultades físicas con sus labios, lunar y piel, sino muy seria leyendo el Ulises de Joyce. Me hubiese gustado saber qué pensaría ella de semejante lectura? Esta imagen es apropiada para todo un cuento, o por lo mejor para más de una especulación.

Recordemos que Borges fue tal vez el primero que escribió sobre el Ulises, claro, después de haberlo leído en inglés, ya que solo décadas después se vería una traducción al español. La reacción inicial de Borges es de un total entusiasmo y deslumbramiento. El artículo de 1925 es absolutamente efusivo y elogioso. Lo termina con una cita de Lope de Vega hablando de Góngora: “Sea lo que fuere, yo he de estimar y amar al divino ingenio de este caballero tomando lo que entiendere con humildad y admirando con veneración lo que no alcanzare a entender”. Con conciencia y humildad, sé que a muchos nos sucedió lo mismo.

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