Jairo Baena Quintero, en el centenario del coleguita de las letras (primera entrega i)

23 agosto 2023 3:32 am

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Por Francisco A. Cifuentes S.

“Para Jairo, padre de diez hijos.

¡Qué erotismo! Mucho habrá de escribirse sobre el anecdotario del bardo montenegrino. Quedan estas líneas al azar como preludio de su biografía. De cierto, Baena Quintero es uno de los últimos románticos, frente al galimatías de la nueva “poesía”” (Gonzalo Arango).

He admirado mucho al poeta Gonzalo Arango y a todos los Nadaístas, porque por ahí empezó mi adoración de la lírica irreverente, pero romántica a su vez. El hecho histórico, de que sea El Papa Negro del Nadaismo, quien exprese esa amistad por Jairo Baena Quintero, y reconozca su erotismo y su romanticismo, me dan pie seguro, para iniciar esa disertación.

El escritor Jairo Baena Quintero nació el 19 de agosto de 1923 y falleció el 12 de diciembre de 2000, y por eso, con alborozo, su familia, sus amigos y sus discípulos celebramos el centenario del natalicio del poeta, del periodista, del educador, del pintor y del hombre cívico-político, que marcó una época entre sus contemporáneos y dejó una enseñanza entre bardos, educandos y cultores del oficio de la palabra y la ciudadanía. Entre su familia se siente la impronta socio política en su hijo Mario; principal animador de esta fiesta de la palabra y, quien se ha echado encima, con dignidad, varias causas utópicas, pero necesarias. La herencia musical, ya tiene renombre internacional en el pianista Fernando y en seis o siete nietos con bella inclinación musical. En el resto, quedó sembrada la insignia del colegaje, del civismo y de la palabra expresada en conversaciones sencillas o en anécdotas trascendentes.

“El Coleguita”, como fue amistosamente distinguido entre sus compañeros, e incluso en la actualidad, creció en un ambiente escolar, intelectual y político, que es digno de caracterizar en las siguientes líneas, así sean someras: Cuando apenas se acababa de tumbar una porción necesaria de la selva de la “Hoya del Quindío”, para erigir modestamente los primeros poblados y los sencillos aposentos de una generación de colonizadores y pobladores, que marcarían para siempre la historia de la comarca, surgirían entre las entrañas de la vereda, el patio, la plaza, la escuela y el colegio, los primeros cantores del amor, la familia, la naturaleza y la sociedad en ciernes. Y de esto da cuenta la poética, la narración y el periodismo

de los pioneros de la palabra en el hoy admirable Quindío. Para esta generación, mis respetos y mi admiración, porque ellos nos arrullaron en las letras, cuando apenas había campesinos salvándole a la selva, y algunos más avezados, a las ventanas de los primeros amores aún enjaulados en el costumbrismo y la moral. Por eso, siempre he eludido una mirada retrospectiva para esa intelectualidad germinal, solo o principalmente basada en las consideraciones canónicas, por ejemplo, de un Harold Blum o un George Steiner, que tanto me han servido para entender el mundo intelectual y cultural, pero que corren el riesgo de hacer soslayar la grandeza, el atrevimiento y la vitalidad de nuestros primeros hombres de letras, a cuya pléyade perteneció con honor nuestro homenajeado Jairo Baena Quintero. Es decir, cada uno en su sitio, con su perspectiva aterrizada, espaciotemporalmente hablando.

Los alumnos de los Institutos de Montenegro, Calarcá, La Tebaida, Quimbaya, Colegio Rufino, Colegio Libre y otros, se encantaron con las letras en los llamados Centros Literarios, donde se entrenaba y cultivaba el espíritu, más allá de las obligaciones académicas. Por eso, como muchos otros, Don Jairo, allí en su Montenegro natal, se fue haciendo poeta, periodista y pintor, al lado de estudiantes y contertulios que lo marcaron para siempre. Los motivos eran la naturaleza, el civismo, el amor, las problemáticas sociales nacionales y locales, las reinas, la familia, la violencia bipartidista y la tertulia acerca de las lecturas fundacionales del intelecto provinciano, pero con perspectiva internacional.

Algunos miembros destacados de esta generación de letrados, contertulios, amantes de la palabra, cultores de la conversación, iniciadores del estilo, militantes de causas sociales, cívicas y políticas fueron los siguientes: Baudilio Montoya, Humberto Jaramillo Ángel, Rodolfo Jaramillo Ángel, Carmelina Soto, Juan Restrepo, Alfonso Valencia, Jaime Buitrago, Guillermo Sepúlveda, Julio Alfonso Cáceres, Noel Estrada, Esperanza Jaramillo, Bernardo Pareja, Hernán Gómez, Mario Sironi, Jorge Álzate, Helio Martínez, Alonso de la Guardia, Roberto Quintero, Vicente Henao, Hugo Mario Cárdenas, Luis Carlos Flores, Hugo Tabares, Héctor Polanía, Germán González, Álvaro Duque, Luis Carlos Flores, Jorge Lino Gonzales, Alfonso Osorio y Cesar Carvajal.

Estos prohombres quindianos nacieron en medio de la Revolución Bolchevique y la Primera Guerra Mundial, otros en el espacio de entre guerras y todos conocieron y sufrieron la violencia bipartidista en Colombia. Otros apreciaron de lado y lado la Guerra Civil Española. En las letras alcanzaron el influjo de la Generación del 98 en España. En otros se siente el aliento social y poético de la Generación del 27. En el caso de Baena, se aprecia a Miguel Hernández, Rafael Alberti y Antonio Machado. Casi en todos los poetas de esta estirpe quindiana, está la marca del Modernismo. Y, posteriormente, toda la égida del Gran Pablo Neruda. Y en política, la mayoría son depositarios de la República Liberal, del Gaitanismo, del LLerismo y del Lopismo. En otros bandos se sienten los Gómez y los leopardos, y en casi todos, hay mucha devoción por la retórica greco caldense.

En las toldas literarias nacionales algunos se adhirieron a José Asunción Silva, Eduardo Carranza, Rafael Maya y el gran Porfirio Barba Jacob. Fueron los primeros en ver las luces de la generación del Boom Latinoamericano; pero a su manera, todos hemos sido garciamarquianos, ante la magia y el folclor de estas breñas.

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