… si es que en las trincheras se puede reflexionar …
Por Francisco A. Cifuentes S.
“Entonces reunió Ulises a los príncipes en asamblea. Y con aquella voz grave, de la que él solo era capaz, empezó a hablar: amigos, vosotros seguís confiando en vuestras almas y en vuestro coraje. Pero mientras tanto vamos envejeciendo aquí, sin gloria, consumiéndonos en una guerra sin fin. Creedme: será con la inteligencia, y no con la fuerza, como nosotros conquistaremos Troya” (HOMERO. Ilíada. Versión novelada de Alessandro Barico. Editorial Anagrama. Madrid. 2005)
Aquí se pretende realizar una pesquisa sumamente sintética, acerca de los principales pensamientos sobre la guerra, para intentar una reflexión filosófica, muy personal; es decir, por fuera de una escuela de pensamiento académico y filosófico, en sentido estricto. Por lo tanto, se acudirán a varios pensadores, obras y situaciones históricas, con el fin de fustigar las afirmaciones tradicionales y oficiales, colocadas hoy en mención, para tratar de justificar, sobre todo los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania y entre Israel y Hamas.
En primer lugar, en cierto orden histórico, se acude a los principales conceptos de Sun Tzu en su clásico tratado “El Arte de la Guerra”; empezando por sospechar críticamente del valor de la categoría arte, incrustada dentro de todo el dispositivo que se erige para establecer los fundamentos acerca del accionar militar.
Así mismo, se acuden a algunos preceptos del Antiguo Testamento y del Corán para tratar de desentrañar sus pretendidos postulados de amor y verdad, en función real de su espíritu bélico, desde tiempos premodernos; pero que siguen inspirando las contiendas más atroces del Siglo XXI.
Se harán referencias a Rousseau, Hobbes y Freud en cuanto a la polémica tradicional de la naturaleza virtuosa y pacífica del ser humano o su tendencia congénita a la violencia y el egoísmo; con el fin de retrotraer la discusión a la contemporaneidad, donde se ven grandes avances científicos y tecnológicos de las diversas civilizaciones, aparejados a los mayores crímenes de lesa humanidad y a las cotidianas expresiones de barbarie de los ciudadanos civilizados de las actuales sociedades, sobre todo, las más desarrolladas.
Merecen una mención puntual, las expresiones clásicas de Clausewuitz, Marx y Lenin, en el sentido de caracterizar la violencia, la guerra, la lucha de clases y la historia, como manifestaciones familiares en la realidad y en el pensamiento de la filosofía política y la economía política; que siguen vigentes en las actuales argumentaciones y justificaciones de la barbarie contemporánea.
Ante los intentos fallidos de la ONU y su Consejo de Seguridad, de la Corte Penal Internacional, de la Organización de los Estados Americanos y de los distintos cónclaves, tratados de paz y negociaciones; para enfrentar las guerras, los conflictos y las violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario; es preciso volver a colocar en el tapete teórico, filosófico, político y jurídico temas tan huidizos como la verdad, la justicia, el derecho y la ética, en tiempos tan aciagos y frente a instituciones internacionales y gobiernos tan desprestigiados.
Frente a los fracasos del desbarajuste de la Unión Soviética, del desmonte del Pacto de Varsovia, de la continuidad agresiva de la OTAN, de la ineficacia de los Acuerdos de Minsk, Campo David y Oslo; y de la violación a los distintos tratados sobre armas nucleares y químicas; es necesario volver a la discusión filosófica y política acerca de la posibilidad o no de una Paz Perpetua y de una Federación de Pueblos, de una Ciudadanía Universal y de una Constitución Cosmopolita en los términos expuestos por Immanuel Kant, en su clásico opúsculo “La Paz Perpetua”.
Finalmente se harán una serie de reflexiones críticas sobre la guerra, el porvenir de la humanidad, el papel de los pensadores y los gobernantes, el papel de la nueva Ilustración, para cimentar la esperanza y la utopía que aún nos asiste a los humanistas.
A pesar de la brevedad de la disertación, queremos abrir nuevamente perspectivas de discusión desde otros horizontes de sentido, por fuera de la ortodoxia filosófica y política, en el interés general del pensamiento, la humanidad y la paz.
ALGUNOS PENSADORES Y CONCEPTOS SOBRE LA GUERRA
En este apartado no se van a agotar los pensadores de la guerra y la paz, tampoco su cronología histórica y sus contextos socio políticos; solo se escogen algunos para ilustrar la polémica y repensar la actualidad; ya que las situaciones críticas de hoy eluden todo pensamiento y soslayan las fundamentaciones que hay detrás de los actos de barbarie, solo cayendo en el amarillismo, en la falsación y en un humanitarismo trasnochado, que solo ve una cara de la moneda.
“El Arte de la Guerra” del general y pensador chino Sun Tzu, escrito cinco siglos antes de Cristo, sigue siendo uno de los textos más vendidos y populares de nuestra época, con múltiples ediciones, incluyendo las piratas de toda índole (https://biblioteca.org.ar). Es decir, atrae a militares, estudiosos y lectores no comprometidos en el belicismo, e incluso, se recomienda para afrontar cualquier vicisitud en la vida personal y cotidiana. Pero lo cierto es que el pensamiento y las tramoyas sobre la guerra, concitan a casi todas las mentes. Teoriza y desarrolla una serie de temas específicos sobre la guerra: sus variables y sus maniobras, lo relacionado con los terrenos, la táctica y la estrategia en las operaciones militares y su cálculo. Conviene entresacar algunas afirmaciones para repensar la guerra hoy:
Frente al postulado “La mejor victoria es vencer sin combatir, y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”, conviene apuntar: En la guerra, en términos generales, como lucha por la vida y en la vida de todos, él recomienda la prudencia para llegar a la victoria; lo que se ha olvidado en todos los siglos posteriores a su disertación, prevaleciendo la ignorancia y profundizando en su degradación. Y, es más, la prudencia en el sentido clásico griego, nunca se ha tenido en cuenta en este “arte”.
“Todo el arte de la guerra se basa en el engaño”. Esta máxima antes se tomaba como estratagema, hoy nos permite decir, en la voz de casi todos los observadores, particularmente los periodistas y reporteros, que “en la guerra la primera víctima es la verdad”. Cada bando tiene hoy el poder de los medios de comunicación directos o influenciados, para contar su relato y adobar la verdad de la crueldad, pareciendo que desaparece la posibilidad, harto resbaladiza, de una pretendida objetividad en las causas, hechos y consecuencias de este imperativo catastrófico sobre la humanidad y la vida.
Cuando él afirma que la guerra “es el terreno de la vida y de la muerte” no hay que eludir la sin salida del ser humano, cuando ya está abocado a esta terrible situación, haya sido llevado por su voluntad o reclutado por la fuerza. Diversos poderes y situaciones llevan a la persona a la mayor encrucijada de su vida, no pudiendo escoger otra alternativa, siendo la vida normal, todo un abanico de posibilidades, aquí oscurecida y cercenada.
“De los cinco factores de la guerra, la virtud es el primero”. Así como la prudencia ha desaparecido, la virtud también; pues antes se acudía a ella, para enarbolar la bandera de los hombres en las llamadas causas nobles.
“El mundo de la guerra es una cuestión de conocimiento, de credibilidad, de humanidad, de resolución y de severidad”. De estas características, tal vez solo quedan la de la resolución contundente de los bandos y la máxima severidad en el accionar. El conocimiento humano y el acumulado de la ciencia y la tecnología de las civilizaciones, se ha puesto al servicio de la creación de las armas de destrucción personal, grupal y masiva, sin promediar ninguna ética. La humanidad está acorralada, haciendo tabula rasa de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario.
Rousseau en “El Emilio o de la Educación” (1762), se había fundamentado más en el naturalismo bondadoso del ser humano, desde donde se popularizó la máxima que afirma que “el hombre es bueno por naturaleza y, que la sociedad es la que lo corrompe”; sin embargo, en la teoría política propiamente dicha, ha tenido más influencia Hobbes. La expresión originaria de “El hombre es un lobo para el hombre”, que se le adjudica al filósofo inglés Thomas Hobbes en su obra “Leviatán, o la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y civil” (1651), tiene el siguiente antecedente: el comediante Plauto (254-184 a.C) en su texto “Asinaria”, la escribió como “Homo homini lupus”, que posteriormente se tradujo como “Lobo es hombre para el hombre, cuando desconoce, quien es el otro” (www.thelatinlibray.com)
Esto ha permitido hablar del estado natural de la barbarie y de la proclividad del hombre a la agresión, sin mediar la evolución social y la construcción cultural de esta condición. Pero aquí lo más importante es la significación acerca del desconocimiento del otro; lo que ha llevado en la guerra, a la eliminación del otro; y a la intolerancia social, al marginamiento de las otredades y las diferencias. Además, recuérdese que Hobbes, con su teoría ha sustentado una teocracia distinta a la católica, uniendo filosofía y religión para fundamentar otro despotismo, aunque fuese republicano, constitucional y parlamentario, que se convirtió en el Imperio Inglés, que sigue alimentando la barbarie en todo el mundo, llamado civilizado. Él ha desconocido la otredad en su propio imperio y en el orbe.
En cambio el filósofo y político hispánico Séneca (4 a.C.- 65 d.C), a pesar de haber sido consejero de Nerón, acuñó una máxima bastante humanista; la que reza: “Homo
, sacra res homin”, que fue traducida como “El hombre es algo sagrado para el hombre”; contenido en: Séneca el joven: Epistulaes morales ad Lucilium, conocidas posteriormente como “Cartas a Lucilio” o “Cartas Morales a Lucilio”, que son doce cartas escritas tres años después de trabajar con el emperador, precisamente razonando filosófica y espiritualmente sobre la vida, la moral, la ética y la política. (Epístula XCV, párrafo 33), más allá de su estancia al lado de un reconocido bárbaro de los gobiernos clásicos. Aquí es preciso recordar que la antigüedad clásica griega y romana estaba emparentada al olimpo de los dioses, y por su cercanía, consideraba también sagrado al hombre; pero, además, es bueno anotar, que muchos filósofos estaban al lado del poder como consejeros. Este reconocimiento de la dimensión sagrada de la humanidad; tal vez, no siempre, llevaba al tratamiento virtuoso y prudente de los súbditos; sin olvidarnos, con justicia histórica, de la malsana relación con los esclavos, los extranjeros y los categorizados como bárbaros. Pero en la sentencia, se incuba, esencialmente un humanismo; del que bebió, incluso el Renacimiento.