El Señor Ibrahim y las flores del Corán es una película que muestra la manera como conviven o convivían hace unos años diferentes religiones en los suburbios de París, un París que ya no existe. Estos, antes pintorescos lugares hoy son protagonistas por otras cosas.
Así como en la música, en el cine, la gracia está en poder tener muchas lecturas simultáneamente. En esta película hay amor, amistad: el tesoro que significa tener un amigo; hay recorridos emocionantes por la Arquitectura de Istambul, por sus catedrales, sinagogas y mezquitas diferenciadas por sus olores: incienso, parafina y pies.
Con la disculpa de un viaje, el señor Ibrahim muestra a su amigo Momo la belleza y el encanto de la Turquía que en el estrecho del Bósforo unió oriente con occidente, que como decía Álvaro Mutis, fue la época de mayor esplendor de la humanidad: cuando Istambul era Constantinopla.
Ese trozo de París mostrado en la película es una mezcla de razas y de actividades que difícilmente se puedan repetir hoy en nuestras ciudades, es sorprendente la armonía con la se desarrollan en una misma calle, la prostitución, el comercio de pequeñas tiendas típicas de barrio atendidas o al servicio de católicos, judíos y musulmanes, cada uno con su dios y sin meterse con el dios del otro. Hoy ya no es así.
Aparte de la imponente implantación de la ciudad que crece sobre la roca a lo largo de un estrecho, la imagen que la define es La Mezquita de Santa Sofía, que inicialmente fue una Basílica Ortodoxa, convirtiéndose en el máximo símbolo de la arquitectura Bizantina. Durante diez siglos fue el edificio mas grande en su genero. La construcción de su gran cúpula cambió la historia de la arquitectura. Es muy estimulante ver como se usan los diferentes tipos de edificios dedicados al culto religioso, la rigurosidad del culto, lo imponente de las alturas y la impactante transformación del sonido en ecos intentando alcanzar a dios.
La narración se centra en la amistad de un adolescente con un hombre mayor y la manera en que este último transmite toda su sabiduría al chico. La amistad nacida de estos alegres solitarios (la primera enseñanza fue el valor de la sonrisa) conduce el relato hasta el final. Porque eso es la amistad: complicidad.
Ah, se me olvidaba, Las flores del Corán eras preciosas.
Monsieur Ibrahim et les fleurs du Corán Año 2003
Dirección François Dupeyron
Reparto Omar Sharif, Pierre Boulanger