Por Jair Castro López
Mientras en Usa, Israel, China, y otros euroasiáticos, se reduce la drasticidad en los controles pandémicos, liberando espacios para quienes han recibido las dos dosis del biológico, en Colombia se eleva la espiral de contagios y decesos a los máximos valores desde el inicio de la crisis, con la consecuente saturación de las UCI; entre tanto el gobierno en su tendencia a la falacia, solo atina a hablar del tercer pico
La realidad nacional, enseña al mundo, una constante diferente, de grave perspectiva: el orden público caotizado, paros, bloqueos, marchas, consignas y un aditivo atroz, en el vandalismo representado, como expresión violenta de distintas procedencias y el infaltable exceso de la fuerza pública, la activa participación del ESMAD y en las últimas horas, el dictamen presidencial de militarizar el espacio colectivo para apoyar a la policía, en gran parte del territorio colombiano.
Este escenario de reyertas, impide que se conserven los más elementales protocolos de bioseguridad, dado que los enfrentamientos anulan distancias y protecciones, en un cuerpo a cuerpo con uso de armas de fuego y considerable número de muertos y heridos en las filas de las fuerzas en contienda. Imposible que, ante semejante panorama, se aspire a bajar los guarismos de afectación y muerte, los más elevados desde el inicio de la pandemia; contagios superiores a los 22 mil casos diarios y fallecimientos rondando los seis centenares por jornada.
De contera, el capítulo adicional; con la presentación obsecada y torpe de la Reforma Tributaria , el presidente accionó el detonante liberador de una furia colectiva, traducida inicialmente en concentraciones, marchas, protestas contra la presentación del engendro alcabalero, en irresponsable contubernio Duque – Carrasquilla, maniobra torticera como funesto agregado al azote bíblico Covid 19, de angustiosa expectación para la humanidad. Este gobierno desubicado y errático, ratificó una vez más, su tendencia a apagar incendios con gasolina.
Retirada la reforma y el ministro fusilero, el escenario nacional experimentó una redecoración, permeado por una variedad de reclamantes. Los bloqueos perdieron su filosofía de resultados; barreras en las vías urbanas y vehículos de carga pesada, sellaron no solo los carreteables, sino latentes obstáculos para hacer más crítica la supervivencia de los colombianos, con un negro crespón de rechazo a las motivaciones diferentes a la inicial.
Las cosechas arruinadas en los cultivos, desabastecimiento concordante con el impedimento físico para surtir las despensas. Los precios de los pocos remanentes, catapultados a extremos de carácter inaccesible; medicamentos, combustibles, producción agropecuaria e industrial, insumos y elementos de consumo masivo, en los lugares de despacho, sin opciones prontas de circulación a sus destinos.
El comité de paro, redoblo sus exigencias consignadas en el pliego petitorio y en un altanero gesto de infinita misericordia, autorizar un corredor humanitario por 6 horas y ellos serían los únicos autodesignados para revisar la carga y autorizar o no su circulación, con la única autoridad concedida por su soberana voluntad. Hasta las ambulancias tuvieron inconvenientes para transitar, con la pérdida de vidas para dos bebes y la negación de atención inmediata para los pacientes con lesiones o patologías, sin más fundamento que los criterios arbitrarios de los dispensadores de dolores, sin un ápice de sensibilidad social.
Tras reuniones sucesivas entre el comité de paro y los voceros del gobierno, la insensatez ha prevalecido entre las partes, con más interés en dilatar, que, en hallar soluciones prácticas, trasladando las afectaciones al pueblo, en medio de dos fuegos, agobiado por las penurias y el constante acecho del coronavirus, dependiendo para el transporte urbano, de la aquiescencia de los vándalos destructores y pirómanos, con agendas previas de diaria ejecución.
La asistencia militar, de apoyo a la policía, decretada por el gobierno, aún no ofrece resultados que conduzcan a soluciones viables y duradera y como, ni el enfermo come, ni hay que darle, de un lado el gobierno indeciso, sin brújula definida, en constante zigzag y rumbo incierto; del otro, un comité de paro que sufrió una letal metamorfosis; la reforma tributaria, fue solo una garrocha para saltar a otros objetivos y buscar réditos de discutible conveniencia.
Los vaticinios agoreros procedentes de unos y otros, sin soportes legales, vinculan a agrupaciones subversivas y conglomerados de enorme músculo financiero, como instigadores, mediante pagos, de la actividad de los violentos.
El Presidente le dijo al país, que los instigadores pagaban entre 70 y 100 mil pesos diarios a cada saboteador por jornada delictiva. válido es preguntarse, si el presidente Duque tenía esa información de inteligencia, por qué denunció, pero no hizo nada al respecto…? sería que, en su despiste constante, olvidó que era el Presidente jefe de las Fuerzas Armadas y organismos de investigación estatal…? Cada día es un horario de incertidumbres; un conato de guerra civil, como se percibió en Cali, hace imposible para el estado llano, soportar el papel de víctimas de este conflicto, con el añadido de estadísticas de muerte y contaminación por el virus que encontró, en esta nueva versión de la patria boba, un aliado sorpresivo para su multiplicación.
La clase política juega, en los medios, a adivinar quién está detrás de esta descomposición, sin faltar las cábalas sobre el rol de los jóvenes en este escenario de logreros-Los billones perdidos como un eslabón más en contra de la maltrecha economía, de imposible recuperación, atentó contra la precaria estabilidad de las pequeñas empresas, generadoras de empleo, porque los monstruosos pulpos productivos, son intocables y por hobby siguen especulando sobre la identidad de los patrocinadores soterrados de esta alarmante y convulsa vivencia de afectación colectiva.
Dadas las condiciones de fragilidad emocional extrema en la nación, medios y periodistas, sin apostatar de sus convicciones, deben mantener el rigor conceptual, sin posar como señaladores de oficio, sin más argumentos que las conductas pasionales propias de toda democracia imperfecta como la nuestra, tampoco hacer uso del silencio cómplice, el parasol ideal para sesgar conductas inapropiadas.
Quienes protestan son miles, los damnificados millones; la memoria anterógrada retiene las pobrísimas calificaciones del Presidente y su mentor Uribe y en la orilla opuesta, Petro recompone estrategias en procura de la presidencia. No existe unanimidad conceptual que justifique la guerrerista simbología de daños colaterales inevitables.
Tomamos el título “Banquete de Tíranos” ( José Martí ), musicalizado por Facundo Cabral, porque es compatible con el azaroso estado de cosas vigentes en nuestra amada patria.